lunes, 24 de septiembre de 2007

Debate nacional en Colombia: La socialamargura versus la socialbacanería

Por HUGO GONZÁLEZ MONTALVO
“Me da miedo que eso contagie a Colombia y que lleguemos a elegir aquí, por allá en el 2010 o adelante, a gobernantes de la social bacanería, que tanto daño hacen por su debilidad”. “Hay que ir profundizando en la ‘social bacanería’. Una definición decente es: esa manera frívola como algunos sectores abrazaron el apoyo al terrorismo, la indulgencia frente al terrorismo, por frivolidad” (El Tiempo 09-5-2007). Las anteriores son palabras del señor Presidente de la Republica. Realmente estamos sorprendidos con esta arremetida, sin aparente motivo, contra la bacanería, un estilo de vida reconocido en el Caribe porque sus espontáneos exponentes promueven la paz y celebran la vida con alegría, relacionándose con los otros, festiva y respetuosamente.

Algunas inquietudes surgen al analizar estas frases: Si la social bacanería es una filosofía política humanista que promueve el pacifismo, el altruismo recíproco, la cooperación, ¿por qué y a quiénes les podría generar miedo que Colombia se contagie de bacanería? ¿A quiénes les ha causado daño la social bacanería? ¿Desde cuándo ser cordial, amable, alegre, es síntoma de debilidad? ¿La única manera de ser fuerte es siendo grosero, amargado o triste? ¿Son frívolos los bacanes y bacanas porque son joviales y risueños? ¿Por qué se interpreta la búsqueda de la paz como “indulgencia frente al terrorismo”? Si lo contrario de la bacanería es la chabacanería, ¿por qué tanta insistencia de algunos sectores de diferenciarse de la bacanería?, ¿es que piensan que el país debe preferir a los chabacanes?

Recordemos que la palabra bacanería proviene de baccan, originaria de Génova. Identificaba al jefe de familia y al capitán de barco. Desembarca con los inmigrantes italianos en Buenos Aires. A principio del siglo XX se expande con el tango por toda América. Después se encarna en el bacán salsero de la esquina caribeña. Hoy continúa su expansión en la Internet y se utiliza para referirse a un estado de satisfacción, como reconocimiento de lo bueno, lo bonito, lo agradable. En Colombia algunos intelectuales y dirigentes políticos simpatizantes de las ideas socialdemócratas, en auge en Europa, pensaron que en nuestra cultura podía haber un vocablo que sirviera como equivalente criollo al ideal de democracia. En la palabra bacanería hallaron ese concepto, entendida como un accionar ético con espíritu libertario que procura el máximo de bienestar individual y colectivo. Por eso adoptaron el término socialbacanería como el más adecuado para sustituir a la palabra democracia, deformada por su uso inapropiado. Algunos principios que guían a la socialbacanes son: En la convivencia social nadie debe perder. Se deben usar los recursos disponibles —materiales y simbólicos— de manera inteligente y justa. La protección al ecosistema es una prioridad. Se debe gestionar el desmonte de la cultura guerrerista. La promoción de una economía que controle al lucro desaforado, que estimule la distribución del ingreso y favorezca la ganancia obtenida del trabajo es un objetivo de los socialbacanes. Igual que la integración de los ciudadanos excluidos de los beneficios del sistema productivo. Los socialbacanes son serios y responsables, pero no aburridos, les gusta disfrutar de las artes en general. Estas conductas no les agradan a los extremistas, tanto de derecha como de izquierda. A estos tristes, amargados y sombríos personajes les perturba la sonrisa, el humor. Creen que la población debe permanecer en la zozobra, el miedo, para así lograr su apoyo incondicional. Piensan que a toda hora debemos tener una actitud belicosa. Se estimulan rumiando la venganza para conservar o conseguir el poder. Según lo anterior, los caribeños amantes del carnaval, de la “mamadera de gallo”, de la burla, seríamos unos buenos candidatos para ser calificados de peligrosos indeseables.
Tal parece que en Colombia algunos sectores políticos se benefician de la permanencia del actual conflicto bélico, esto se hace evidente cuando cada vez que se menciona la vía de la negociación política, como una posibilidad para la terminación de la guerra, califican de traidor al que la propone. Algunos políticos saben que manteniendo vigente al enemigo, en este caso terrorista y sin reales posibilidades de triunfo, podrán continuar solicitando el apoyo de toda la población en nombre de la patria amenazada. Es decir, las reivindicaciones sociales y económicas de la población más pobre serían intranscendentes, o aplazadas, frente al peligro que representan los violentos. Despreciando los beneficios de la paz para todos los colombianos, las fuerzas políticas de extrema derecha dan crédito a la idea de que una paz negociada sería un triunfo de la guerrilla. Prefieren conservar la expectativa de una supuesta victoria militar que ceder algunos privilegios. Además, mientras se alargue el conflicto armado pueden seguir estigmatizando de manera maquiavélica a las fuerzas políticas de la izquierda democrática, tildándolas de sospechosas de ser indulgentes frente a los violentos, por más declaraciones que éstas hagan afirmando lo contrario. Con lo cual obstaculizan sus posibilidades en las elecciones.



Hay quienes piensan que la mejor manera de acabar con el conflicto es con mayor inversión social y más democracia, las preguntas que surgen son: ¿la guerra permitiría tanta belleza?, ¿es posible construir un Estado democrático en medio de permanentes hostilidades bélicas? La población civil, pacifista y democrática, debería exigir el acuerdo humanitario y que de inmediato el Gobierno nombre un negociador para que empiece a acordar la paz lo más pronto posible. Por sus actos, amigo lector, usted puede diferenciar a los socialbacanes de los socialamargados.



Publicado en el HERALDO
http://www.elheraldo.com.co/hoy070924/editorial/noti7.htm

miércoles, 19 de septiembre de 2007

La “social bacanería”

El Universal, Diario de Cartagena de indias-Colombia.
Editorial, miércoles, 12 de septiembre de 2007

Álvaro Uribe levantó un tierrero cuando dijo en un discurso la semana pasada que el país no debería elegir en 2010 a un presidente que representara a la “social bacanería”, sino uno con mano dura. Aludió dos veces en el mismo día a su ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias (“Uribito), dando a entender que encajaba en el perfil que debería tener su sucesor.
Lo dicho no pasó desapercibido entre los seguidores de Uribe, donde hay varios aspirantes a la Presidencia para 2010: Martha Lucía Ramírez, Sabas Pretelt de La Vega, Carlos Holguín Sardi y Germán Vargas Lleras, entre otros. Algunos hicieron comentarios quitándole peso a la hipótesis de la sucesión de Arias, pero no dudamos de que todos tomaran en serio la intención de dejar la “maizocracia” atrincherada en el Palacio de Nariño.
Al principio se pensó que la social bacanería era una referencia directa a la izquierda colombiana representada por el Polo Democrático Alternativo (PDA), pero el Gobierno aclaró rápidamente que se refería a los señoritos bogotanos del circuito de cocteles y fiestas. Aunque el Presidente no lo dijo directamente, su comentario parecía un tiro directo contra cierto ex presidente, caricaturizado dentro del gobierno de Uribe y en buena parte del país como la quintaesencia de la liviandad.
El temperamento de Uribe es opuesto al talante de la social bacanería como él la describe y que le causa repulsión a su alma montañera sujeta a la ética del trabajo de Mon y Velarde, el oidor mítico de la Colonia que castigó el ocio en Antioquia con postulados quizá más severos que los del propio calvinismo.
En los comentarios del Presidente hay un repudio repetitivo a los chicos “light” de la capital, cuya vanidad y apego a la moda podrían ser poco viriles en los laberintos del Uribe montaraz que aflora de cuando en cuando, quien ha dicho con orgullo que nunca ha usado blue jeans, el atuendo gringo típico e informal que se universalizó junto con la goma de mascar y el rock and roll.
La bacanería también tiene una vertiente fuerte en la Costa Caribe. La expresión se regó por América Latina gracias al lunfardo de los tangos, según Hugo Rafael González Montalvo, quien dice en el blog Opinión Caribe que en este litoral “la palabra se relacionó con la celebración de la vida, la música, el baile, las fiestas populares. Y ahora (...) se expande alegre por el espacio cibernético con un sentido de goce íntimo, un sentido biológico planetario de amistad, cooperación y solidaridad social”.
Ojalá que este tipo de bacanería caribe y social no sea también objeto de algún repudio desde el Palacio de Nariño, donde coinciden los dados cargados del poder con los “compromisos del alma”, como llama el Presidente a sus aspiraciones regionales legítimas para una Antioquia con puerto en el Caribe.
Además de ir a toda marcha en contra de los intereses también legítimos de las ciudades portuarias de la Costa Caribe no antioqueña, en el Palacio de Nariño parecen tener la intención de convertir las elecciones presidenciales de 2010 en una carrera de relevos para que el bastón de mando siga en casa.

lunes, 10 de septiembre de 2007

El artivismo, la historia y los candidatos

Es ya conocido que las diversas expresiones artísticas contemporáneas generan mordaces opiniones entre el público, el prestigioso filósofo español Fernando Savater escribe las siguientes: “El papel del arte parece deslizarse más hacia el entretenimiento que al discernimiento, más hacia la decoración que hacia la intima comprensión de lo relevante”. (La vida eterna, Madrid, Ariel, 2007, p.165.) Por nuestra parte, recordamos que hoy resulta imposible distinguir algo como arte atendiendo sólo a sus atributos físicos. Se necesita que ese algo sea reconocido como portador del significado arte por las personas que lo disfrutan. Ese reconocimiento como arte depende esencialmente del particular gusto estético del medio cultural en donde se realiza esa comprobación. A Savater le decimos que sí, es cierto, muchos artistas construyen su obra con una retórica vacía de contenidos relevantes. El discurso superfluo, intrascendente, es común en los artistas comprometidos con el statu quo. Afortunadamente, muchos artistas en el mundo comunican con seriedad su pensamiento político o filosófico. Expresan sus opiniones contestatarias, irreverentes, sobre la realidad social y económica en la que viven. A esta práctica de manifestar las ideas de resistencia social a través del arte algunos la llaman artivismo, palabra que une el concepto tradicional de activismo político con el de arte. Los artivistas no desean provocar lástima, buscan generar la reflexión que incomode, que motive al espectador a la acción participativa. El artivismo lleva siempre implícito un mensaje positivo, optimista. Es carnavalesco, utiliza el humor, la parodia, la sátira, el absurdo como instrumentos eficaces de comunicación. En nuestro medio cultural, sería conveniente que discerniéramos acerca de la vigencia de las palabras de Savater.
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Cuando surge una posibilidad para el intercambio humanitario con la intermediación del Presidente de Venezuela, se escuchan muchas voces optimistas. Una en particular circula en la Internet, es la de los ‘Intelectuales y artistas en defensa de la humanidad’. Ellos manifiestan: Quienes, en defensa de la humanidad, visualizamos un mundo donde la libertad y la felicidad colectiva se asienten sobre la justicia, nos negamos a creer que en Colombia se haya consolidado la tragedia como un destino ineludible. Por el contrario, estamos convencidos de que en ese entrañable país llegó la hora de cancelar el largo período de violencia estructural, para emprender, de una vez por todas, la ruta de la paz. Llamamos, pues, a todos los involucrados a acompañar en primer lugar el esfuerzo del Presidente de Venezuela, facilitando las cosas para que el intercambio pueda realizarse a corto plazo. Y una vez logrado éste, a consolidar un camino de paz que sea irreversible, con la seguridad de que no sólo las familias y comunidades afectadas, sino el pueblo de Colombia y el mundo entero lo agradecerán.
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En Barranquilla el colectivo ‘Artistas por la paz’ está convocando a un acto simbólico el sábado 15 en el parque Sagrado Corazón con el lema: ‘Porque no basta conmoverse, hay que moverse por la paz’. Será un evento en donde artistas con diversos pensamientos y propuestas expresarán que la paz es el único camino en la actual situación del país y del mundo.
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Sería importante que los candidatos a la Alcaldía de Barranquilla nos dijeran cómo, con qué recursos y con quiénes (ojalá, personas que tengan probadas capacidades intelectuales y morales) van a realizar las maravillosas promesas que tan alegremente nos anunciaron en la entrevista simultánea que se realizó recientemente en la TV regional. Aunque a Noriega se le notó mejor, se podría especular que esa noche muchos indecisos resolvieron votar en blanco.
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“En algunas ocasiones, los cabildos estuvieron en manos de las familias con mayor poder económico en la ciudad, quienes, la mayoría de las veces, olvidaban la función social y pública que debía cumplir este organismo y se dedicaban a aprovechar en beneficio particular las ventajas que proporcionaban los cargos. Es de sentido común suponer que en aquellas ciudades en las que el cabildo se preocupó por la administración pública fue posible apreciar cierta prosperidad colectiva, mientras que en el caso contrario el cabildo hizo las veces de un depredador”. Cualquiera puede imaginar que la cita anterior (Historia de Colombia, Bogotá, Tauro, 2006, p.85.) hace referencia a los cabildos de nuestras actuales ciudades, pero no, se refiere al funcionamiento de los instituidos desde el siglo XVI por la corona española en estas tierras. Saque el lector sus propias conclusiones. ¿Hemos avanzado o todavía superviven las perversas costumbres políticas del siglo XVI?Veamos otra cita: “Los vínculos políticos y la pertenencia a uno u otro partido se definía más bien en el ámbito familiar y local; venían dados por el lugar de nacimiento, por las relaciones de parentesco o de vecindazgo, por las lealtades personales o la sujeción económica y social a determinadas personas a través del caudillismo, el gamonalismo o el clientelismo”. (Historia de Colombia, Bogotá, Tauro, 2006, p.179.). La anterior es una descripción de las costumbres políticas vigentes durante el siglo XIX en lo que actualmente es Colombia. ¿El amable lector puede percibir alguna diferencia con lo que acontece hoy, en el siglo XXI?
Publicado en EL HERALDO