Guerrerista: Yo marcho en contra de esos terroristas. En contra —con gesto de orador— de esos crueles asesinos y secuestradores.
Ciudadano:Yo no marcho en contra de ninguno, yo marcho a favor de la paz. Para que ustedes se reconcilien.
Guerrerista: Ciudadano, tú, de nuevo con pendejadas -—totalmente ofendido.
Subversivo: Sí, ciudadano, eres un vende patria. Un cobarde, dándole el lado a los corruptos. ¿No ves que esos son lobos vestidos de ovejas?
Guerrerista: Pienso que la Íngrid se autosecuestró… sí… para aparecer luego como víctima y de nuevo lanzarse como candidata.
Subversivo: Oye guerrerista, ¿qué es lo que estás pensando? La Íngrid representa a la oligarquía. Ustedes son unos desgraciados, la han abandonado.
Ciudadano: ¡Hey! Más respeto, recuerden que estamos hablando de un ser humano. ¡Libérenla!
Guerrerista: Yo no me creo ese cuento de la Clara y de la Consuelo... bien arregladitas y de besitos con esos malhechores...
Ciudadano: ¡Cállense! ¡Insensibles! Para ustedes la dignidad de las víctimas no existe.
Estamos en el 2018, los tres amigos, ya setentones, confiesan que nunca pensaron que su caricatura les iba a durar tanto. Ya no les causa tanta gracia, están fastidiados. Sin embargo, deciden participar del desfile carnavalero. Ahora, en su representación callejera se les escucha decir lo siguiente:
Ciudadano: ¡Oigan! Les repito, busquen mediación, diálogos, paz.
Guerrerista: ¿Otra vez tú con tus idioteces?, ¿no ves que les estamos ganando? Recuerda, la dignidad y el orgullo por encima de cualquier cosa —con grandilocuencia.
Subversivo: ¿Que nos van ganando? Ja, ja… ni de vainas, aunque diezmados, noso-tros seguimos peleando.
Ciudadano: Oigan, paren. En serio, paren —visiblemente agotado—. Yo ya no sigo con este cuento. Yo mejor los dejo solos, ustedes están locos.
Se detienen, se sientan a descansar en un bordillo. Con los disfraces desabotonados, conversan relajados. Reconocen decepcionados que, después de todo, su pretendida comedia no fue otra cosa que una desgracia, una maldita tragedia. Hasta hoy, 28 de enero de 2020, la guerra en Colombia continúa; de los tres amigos nada se volvió a saber.