lunes, 6 de septiembre de 2010

Sin tren no hay paraíso


Por Hugo González Montalvo.
Todos lo percibimos, cuando viajamos de Bogotá a la costa, o viceversa, es notoria una gran diferencia de desarrollo económico. La explicación es múltiple y compleja, la historia nos dice que cuando llegaron los españoles al altiplano se encontraron con la próspera confederación Muisca que, con una densidad poblacional y una eficiente producción, generaba excedentes que le permitía intercambios con diferentes tribus de muchos puntos geográficos de lo que hoy es Colombia.
Es decir, hay factores de tipo geográfico y climático que le permitieron a los muiscas asentarse en este lugar con mejores condiciones de vida que en otras zonas de Colombia. Estas diferencias, de alguna manera se mantienen aún, claro, con variaciones evidentes. Si tenemos en cuenta el Caribe colombiano, vemos que las condiciones son más difíciles, no son tan favorables. El clima genera insalubridad e inestabilidad en los cultivos. Además, por grandes periodos, la historia política no ha sido la más conveniente. Desde el dominio de la corona española, con su política de monopolio de las exportaciones e importaciones, se fue generando de manera imperceptible una especie de cultura de la ilegalidad a través del ineludible contrabando.
La población, al lado de la insuficiente economía legal, necesitaba de alguna manera generar ingresos con intercambios clandestinos. Esta mentalidad favorable a la ilegalidad ha subsistido con transformaciones: en el siglo veinte con el auge del narcotráfico y en la actualidad con la influencia social de la cultura mafiosa paramilitar. Si a lo anterior le sumamos las políticas centralistas del Estado colombiano, el panorama no es muy alentador, la desigualdad de desarrollo entre la periferia y el centro son ahora más ostensible.
Sin embargo, hoy la población decente y trabajadora del Caribe colombiano piensa que esto no es un destino, que, con los adelantos actuales en ciencia y tecnología, las diferencias en las condiciones climáticas y geográficas son superables y que llegó la hora de la autonomía política administrativa. Dentro de esta perspectiva, es una gran motivación la idea, que se ha convertido en proyecto en busca de financiación, de un tren que conecte a Riohacha, Santa Marta, Barranquilla, Cartagena, Sincelejo y Montería (igual con una conexión a Valledupar). Esa sería una gran oportunidad no solamente para apreciar toda la belleza natural nuestra, que generaría una gran afluencia turística, sino también por todo lo que significa en el sentido económico.
Recordemos que gran parte del desarrollo económico de muchas naciones del mundo se debe a las redes ferroviarias que interconectan centros de producción con los de consumo y exportación. Pero también esta es una gran oportunidad para aumentar el fluir de gente y los intercambios permanentes que irían a reforzar la idea de la autonomía.
Desde aquí apoyamos las manifestaciones que proponen mayor autonomía política, económica y administrativa para la región Caribe, objetivos que parecen frustrados, por ahora, con el proyecto de Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial presentado por el gobierno. Hoy debemos estar más unidos que nunca y buscar medios alternativos, como la creación de un partido político regional, para vencer, junto con los movimientos sociales, este inconveniente. Es por eso, en estas circunstancias donde pululan ideas abstractas sobre la integración, que el proyecto del Tren de Caribanía se puede convertir en el símbolo práctico de la tan anhelada superación de la injusticia manifiesta que se palpa en la región.
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Publicado como columna de opinión en el diario el EL HERALDO de Barrranquillla, Colombia.
http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/C/colsin_tren_no_hay_paraiso/colsin_tren_no_hay_paraiso.asp?CodSeccion=52