sábado, 24 de noviembre de 2012

Tres instantes con “Macaula”


Aló. ¿Pipo? Sí, a la orden. Quiubo, llave, te habla Ernesto. Hey, Viejo Ernest, ¿cómo vas, bróder? Bien, cuadro, bien. ¿Para qué soy bueno, bróder? Te manda a decir Gustavo Bell que se va para Cuba cabrero contigo porque no quisiste aceptar su invitación para escribir en el periódico. ¡Nombe, no me digas esa vaina!, ¿ya viajó? Sí, pero tranquilo, te dejó dicho que la puerta sigue abierta. Pero ahora estoy yo como Editor General y te estoy llamando para comprometerte con una columna, ¿cómo andas de tiempo? Mal, bróder, como siempre, déjame pensarlo. Qué vas a pensar ni qué nada, Viejo Pipo, a mí no me vas a salir con esa, yo cuento contigo. Te enviaré un correo con los detalles para la publicación. ¿Tenemos un compromiso? Ok, bróder, está bien. Este Ernestico es una vaina, cipote lío en el que me acaba de meter.
Tertulia en EL HERALDO con Papo Luca y la Sonora Ponceña. Luce extremadamente delgado, algo pálido, un poco lento al andar y gesticular, parece cansado, se sentó antes de que llegaran los músicos y no hizo lo de siempre, de ir creando un ambiente para el conversatorio, pero sí conservaba su sonrisa afable. El entrenamiento médico se vuelve en ocasiones una incomodidad porque uno no puede dejar de observar y pensar que algo no está bien en el amigo porque hay signos que lo indican y, al mismo tiempo, uno se vuelve negador de esos signos porque no quiere identificarlos en él. Un momento antes de iniciar la tertulia sucedió algo que me impactó. Levantó la mano para llamar a alguien y enseguida lo miré, dijo el nombre pero no lo escuché, hizo un notorio esfuerzo para subir la voz y ahora le salió un poco mejor. Se trataba de una persona que estaba a mi derecha, en la quinta silla a partir de donde estaba él en la cabecera de la mesa, una distancia a la cual no se necesita mucho esfuerzo para hacerse escuchar. Eso dolió, y duró toda la tertulia porque pude apreciar su esfuerzo para mantener el evento, como siempre, a la altura de su físico, bien alto. Son los instantes en que uno admira al amigo porque lo ve convertirse en personaje mítico capaz de sobreponerse a las circunstancias más adversas para entregar su esencia como ser humano a través de su profesión. La vida y prolífica obra de Ernesto McCausland son motivo de orgullo nacional y deben ser mostradas a las siguientes generaciones.
Llegué al cementerio a las cinco de la tarde y ya estaba repleto, no se podía entrar a la capilla. Me sentí mal por no poder llegar hasta el féretro y decirle lo que tenía pensado como palabras de despedida, que no eran otras que darle las gracias, primero por su amistad, y segundo, por haber puesto ante nuestros ojos y oídos la magia de ‘Caribanía’, ese territorio espiritual que descubrió para nosotros, ese nicho cultural en el cual se desenvolvía como parte del paisaje y que nos describió en su estilo particular hasta convertirlo en motivo de orgullo e identidad para aquellos que hemos tenido la fortuna de nacer en este pedazo del mundo.
Hoy conmemoramos el tercer aniversario del Día del Orgullo Primate, y resaltamos con letras doradas a este homo sapiens bacans que nos dio todo en vida como hombre y como profesional. Buen viaje, bróder. No olvides la cámara y el cuaderno de notas.
Por Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com
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sábado, 3 de diciembre de 2011

Sargent Pepper’s Lonely Heart Club Band

El 8 de diciembre de 1981 me permitieron un espacio en una emisora de la ciudad para hacer un programa homenaje a John Lennon, asesinado un año atrás. Lo primero que dije fue que me parecía cruel que John Winston, un ser humano que nació en 1940 teniendo como fondo musical el sonido aterrador de un ataque aéreo sobre Liverpool, que se había pasado toda la vida como artista componiendo las canciones más exquisitas para acallar esos fantasmas sonoros, y como activista político tratando de convencer al mundo de la inutilidad de la guerra y la violencia, muriera de esa manera, de forma violenta, a manos de un ser trastornado con una psicopatosociopatía.
Escogí para recordarlo su faceta de político, porque para mí John Lennon fue uno de los más grandes políticos de la paz que ha parido esta humanidad, de la talla de un Gandhi, por ejemplo. La diferencia radica únicamente en el método escogido para plantear la paz: mientras el indio británico adoptó la pose que se esperaba para un hombre de sus ancestros y formación, el ‘teddy boy’ se decidió por el artivismo, una forma de hacer cosas trascendentes de un profundo sentido político a través del arte. La imagen de Gandhi sentado en meditación en huelga de hambre por la paz tiene el mismo peso político de la imagen de John teniendo sexo con Yoko bajo una carpa en una esquina en contra de la guerra de Vietnam. Que lo diga Richard Nixon, presidente de Estados Unidos en esa época, para quien el Beatle fue, políticamente hablando, un insoportable ‘pain in the ass’.
Desde hace 20 años rindo un homenaje el 8 de diciembre a este bacán mayor capaz de confrontar a las figuras políticas más encumbradas con su artivismo. Como en aquella presentación en el Royal Variety Show a la que asistieron la Reina Madre y algunos miembros de la realeza británica y en la que lanzó su frase icónica: “Los del gallinero pueden aplaudir, y el resto de ustedes basta con que hagan sonar sus joyas”. Posteriormente, los Beatles serían nombrados miembros de la Orden del Imperio Británico porque la beatlemanía produjo muchas divisas al Imperio con los impuestos que recaudaron con la música y, especialmente, porque se crearon muchas fuentes de trabajo en la fabricación de todo tipo de artículos relativos a esa moda. ¿Quieren más?
En esta ocasión tan solemne, íntima, artivistamente mía, en contra de la guerra y la violencia no puedo escuchar únicamente al cuarteto de Liverpool, La Banda del Club de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta, debo invitar a mi casa al Cuarteto Acribillado en las Montañas de Colombia, que interpretan un rock and roll pesado, con una sonoridad alucinante, psicótica, aterrorizada, angustiada, aplastada, desesperanzada y en muerte permanente. Están invitando a un tour al que nadie ha asistido llamado Acuerdo Humanitario. Cuenta con unos fans que se caracterizan por ser depresivos, al borde del colapso, en una sensación permanente de estar perdidos entre la realidad y el dolor, que bailan unos ritmos/ síntomas conocidos como taquicardia, dificultad para respirar, dolor en el corazón, temblor, parálisis, desrealización, alerta permanente, insomnio, pesadillas en vivo, sensación de muerte. Es una onda musical bien heavy.
Me espera una noche hard rock.
¡Hey, give peace a chance, coño!

Haroldo Martínez
haroldomartinez@hotmail.com