Por Hugo González Montalvo
En medio del debate electoral (muchos candidatos embellecidos, con pocas ideas y profusas ambiciones, se visten con premura de paisanos caribes, escenificando una vergonzante competencia de cinismo), un ejercicio académico de los estudiantes de Bellas Artes, divulgado por EL HERALDO, suscitó hace poco en la ciudad una interesante controversia. Comparto algunas reflexiones al respecto.
En la actualidad, cuando nos movemos rápidamente, acosados por múltiples mensajes mediáticos (visuales, auditivos y audiovisuales), la idea de un arte “universal” se está desvaneciendo. Se pone en duda la vigencia misma del concepto de Arte, generado en la cultura europea. Se comprende que “el arte es, simplemente, todo lo que los hombres llaman arte”. “Hoy, basta inventar una crítica adecuada para que un objeto sea o no una obra de arte”: un lujoso y frívolo jeroglífico, cuya solución constituye el principal entretenimiento de una minoría de iniciados.
Ante tantos criterios sobre cómo identificar las formas artísticas, se hace imposible que un modelo o estilo guíe hegemónicamente al arte. Los creadores contemporáneos se resisten a ser clasificados, etiquetados. Con obras razonadas que develan una realidad absurda e irracional, se proponen confrontar al público, que se siente un poco incómodo, porque le muestra un aspecto espantoso de su propia vida. La experiencia artística se está convirtiendo en una actividad indiferenciada. En la Internet, un público interactivo —en una realidad virtual, lúdica y fantástica— crea y consume Arte Cibernético.
Al tiempo, un buen sector del público prefiere seguir legítimamente deleitándose con las pinturas y esculturas de estilo clásico-renacentistas, señalan que son abundantes las obras contemporáneas que no serían más que simples artefactos sin significado si las situáramos fuera del contexto institucional de las galerías.
Otros siguen complacidos con Picasso, anclados en los inicios del siglo XX, en lo que se llamó Arte Moderno, creen que la continua destrucción de estilos constituye la verdadera Historia del Arte. Muchos, con sus posturas anacrónicamente “modernas”, dejan traslucir disputas estériles del siglo pasado, que les impide transitar a una actitud tolerante con la tradición y la diversidad. Definitivamente, no poseen una mentalidad contemporánea.
Por otra parte, hay unos artistas comprometidos con su presente, que se autodenominan artivistas: combinación del arte con el activismo político. También, es notorio, por lo entusiasta, la presencia en la ciudad de un público que goza nuestra tradición, y al que le bastan las manifestaciones folklóricas para divertirse a plenitud. El grueso de la población consume como “arte” los productos banales que le ofrecen las industrias del entretenimiento a través de los medios masivos.
Por último, emergen artistas y públicos tolerantes, que con respeto y conocimiento aprecian las manifestaciones estéticas de cualquier origen cultural o época de la historia de la humanidad. Son los artistas y el público verdaderamente contemporáneos.
Mientras coexisten estas comunidades de gustos artísticos, nos llega el futuro, donde prima una estética irreconocible como arte, las máquinas como nuevas formas de vida reemplazan a nuestros obsoletos cuerpos biológicos. El saber humano se traslada al cibercuerpo, comienza la era del “arte posthumano”.
Mientras coexisten estas comunidades de gustos artísticos, nos llega el futuro, donde prima una estética irreconocible como arte, las máquinas como nuevas formas de vida reemplazan a nuestros obsoletos cuerpos biológicos. El saber humano se traslada al cibercuerpo, comienza la era del “arte posthumano”.
Texto publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/C/colum08mar10-3/colum08mar10-3.asp?CodSeccion=52
1 comentario:
Bueno Hugo, lo importante es que el Estado colombiano destine un mayor valor al arte: valor presupuestal que vaya destinado al apoyo de las diversas manifestaciones artísticas:lo peligroso es que mentes (lease gobernantes) totalitarias destinen el 54% del PIB para la guerra, mientras miran el arte como una manifestación de individuos desocupados con mucho tiempo para pensar...y el que piensa en este país es una persona indeseable. Recordemos que Picasso fue precisamente perseguido por la españa franquista. Aquí vamos por la asfixia presupuestal, hasta llegar a cero peso para el arte. Otra forma más de generar violencia estatal.
Juancho
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