Así como se deja al azar la escogencia de las preguntas en los debates televisivos de los candidatos a la Presidencia, bien se podría experimentar con la posibilidad de que sea la suerte la que les escoja las respuestas, preparadas por los publicistas creativos del canal de televisión. Digo lo anterior porque en la última entrevista colectiva (no debate) las respuestas de los candidatos eran casi todas muy afines.
Parecían propuestas expresadas en las elecciones primarias de un partido único. Daba la impresión de que los candidatos les hablaban a los televidentes como si estuvieran en la asamblea general de dicho partido único. Tanta similitud programática tienen los candidatos, que todos, así formalmente pertenezcan en estas elecciones a distintos partidos, se vislumbran como potenciales ministros o embajadores del futuro gobierno, cualquiera que éste sea.
Sus vocaciones en artes camaleónicas, demostradas en distintos gobiernos, así nos lo dice. Pienso que esto puede estar sucediendo, entre otras cosas, debido al fuerte impacto que aún mantienen en la opinión pública las ideas políticas de marcado origen derechista. Y cuando los candidatos tímidamente intervienen no quieren diferenciarse mucho de “los gustos políticos”, que hoy gozan de gran popularidad, por temor de aparecer como enemigos del establecimiento.
Presumo que será por eso mismo que los candidatos vacilan cuando se les pregunta por el intercambio humanitario y sus propuestas de paz. Inmediatamente sus poses y gestos cambian, saben que entre ellos se disputa quién es el más intransigente frente a la guerrilla. Entonces, los furiosos candidatos en vez de propuestas de paz lo que exponen son propuestas de guerra. Lo anterior no es de extrañar, es frecuente que en países que estén en guerra (aquí “el enemigo es interno” con “aliados de países vecinos”) los candidatos aparezcan frente al auditorio como si fuesen los propios comandantes en jefe de la tropa.
Presumo que será por eso mismo que los candidatos vacilan cuando se les pregunta por el intercambio humanitario y sus propuestas de paz. Inmediatamente sus poses y gestos cambian, saben que entre ellos se disputa quién es el más intransigente frente a la guerrilla. Entonces, los furiosos candidatos en vez de propuestas de paz lo que exponen son propuestas de guerra. Lo anterior no es de extrañar, es frecuente que en países que estén en guerra (aquí “el enemigo es interno” con “aliados de países vecinos”) los candidatos aparezcan frente al auditorio como si fuesen los propios comandantes en jefe de la tropa.
Esto espantaría a cualquier población del mundo que quisiera cambiar de rumbo, que quisiera la paz. Porque lo que están diciendo los candidatos es que están conformes con la actual situación, que hay que continuarla. Esto implicaría que la población se ha acostumbrado a vivir en medio de graves conflictos sociales, enfrentamientos bélicos, altos índices de desempleo y pobreza. Como si no mereciéramos algo mejor a lo que nos ofrece el ahora. Es decir, es como si hubiésemos perdido toda esperanza de alcanzar colectivamente la paz y la prosperidad.
En medio de este pesimismo (creemos conocer por anticipado el guión de la película correspondiente a los cuatro próximos años, “no importa quién gane, todo seguirá igual”), ¿será que simplemente estamos haciendo un ‘casting’, un ‘reality’, para escoger al actor que mejor interprete al “personaje Presidente”?
Valdría la pena que los candidatos justifiquen mejor su pertenencia a partidos que, se supone, tienen visiones del mundo diferentes. Que presenten propuestas bien sustentadas, que respondan a las preguntas básica: ¿cómo resolver los graves problemas del país?, ¿con qué recursos piensan adelantar los proyectos? y, sobre todo, ¿con quienes van a realizarlos? ¿Con los mismos bandidos de siempre? Si no responden con solvencia estos interrogantes, es evidente que estamos frente a propuestas demagógicas de candidatos populistas.
En medio de este pesimismo (creemos conocer por anticipado el guión de la película correspondiente a los cuatro próximos años, “no importa quién gane, todo seguirá igual”), ¿será que simplemente estamos haciendo un ‘casting’, un ‘reality’, para escoger al actor que mejor interprete al “personaje Presidente”?
Valdría la pena que los candidatos justifiquen mejor su pertenencia a partidos que, se supone, tienen visiones del mundo diferentes. Que presenten propuestas bien sustentadas, que respondan a las preguntas básica: ¿cómo resolver los graves problemas del país?, ¿con qué recursos piensan adelantar los proyectos? y, sobre todo, ¿con quienes van a realizarlos? ¿Con los mismos bandidos de siempre? Si no responden con solvencia estos interrogantes, es evidente que estamos frente a propuestas demagógicas de candidatos populistas.
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Publicada como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
1 comentario:
Indudablemente cuando la lúdica se cuela en la razón logra maravillas, por ejemplo, preguntas con justicia más rápidamente hace respuestas justas a la parte contraria. Es triste ver debates tan pobres en su fundamentación de armonía, equilibrio social, de ética y estética, como decía Albert Einsten: “Cuatro características corresponden al juez: Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.”
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