La personalidad que proyecten mediáticamente los candidatos parece ser el motivo de mayor atención del electorado. Se pasa por alto indagar algo que es vital en política: ¿qué intereses representan? Es decir, si determinado candidato representa realmente mis intereses como ciudadano o por el contrario sólo representa los intereses económicos o ideológicos de algún sector específico de la población que tiene la intención de adueñarse o perpetuarse en el poder presentándose hábilmente como defensor de la ciudadanía toda.
También es evidente la poca trascendencia que se le da a las propuestas de gobierno. La mayoría de la población expresa su opinión política no como consecuencia de su pertenencia a algún partido político, con un programa definido, sino por la simpatía o antipatía que genere la imagen del candidato. Además, pareciera que los partidos políticos en Colombia funcionaran sólo como organizaciones electorales para otorgar avales a candidatos.
A diferencia del régimen parlamentario, donde es el partido mayoritario en el Congreso el que ejerce el gobierno a través del primer ministro, en nuestro régimen presidencialista es el primer mandatario quien ejerce el poder sin mayor compromiso partidista. En nuestro medio, siempre es arriesgado elegir a un presidente porque se convierte en el determinante principal de las políticas gubernamentales. Y si el candidato ganador no divulgó con suficiente claridad y vehemencia su programa de gobierno, concretando las ideas y principios que dice encarnar, la situación se torna aún más inquietante. No entendemos al presidente como teóricamente debería ser: un mandatario nuestro. Es decir, una persona que, en virtud de un mandato, acepta representarnos en el desempeño gubernamental y no la persona que nos manda a su gusto. Es explicable, entonces, la importancia que le da el electorado a la personalidad del candidato: la entienden como una, aunque débil, garantía de su desempeño.
Si algún amigo nos dice que apoya al candidato presidencial que ofrece continuar con la política de seguridad de este gobierno es muy probable que no sepamos a qué candidato se refiere, porque en este tema parecen estar todos de acuerdo: prometen no diferenciarse de la política gubernamental que generó tanta popularidad entre la población. Por lo que hemos sabido de los candidatos parece que en los próximos cuatro años tampoco habrá, como lo han solicitado sectores importantes de la opinión nacional, diálogos que conduzcan a la paz.
Pretender que vamos a vivir sin conflictos sociales sólo porque la gente que sufre la injusticia social va a cumplir con la ley suena ilusorio. Se sabe que culturalmente la legalidad se acata y respeta más cuando la población la considera justa. Y como las más recientes leyes han sido emanadas por un Congreso que por su vinculación con grupos ilegales perdió gran parte de su legitimidad, es apenas lógico que sectores de la población opten por realizar actos de resistencia civil oponiéndose a la ley. Por eso es importante que se nos diga a tiempo: ¿cuáles son las ideas de proyectos de ley que ofrecen para cambiar la injusticia que sufre la mayoría pobre del país? Algunos parlamentarios se están frotando las manos esperando al nuevo presidente para negociar su apoyo a cambio de prebendas.
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Columna de opinión publicada en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
Lunes 17 de mayo de 2010
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