Por: Hugo González Montalvo
Los estragos del invierno, que afectan trágicamente a los sectores más pobres del país, y las recientes encuestas de opinión en nuestro medio, donde la población se declaraba satisfecha con sus condiciones de vida, son dos hechos que me generan algunas reflexiones.
Muchos humanos poseen personalidades sobreadaptadas. Están convencidos de que viven en unas condiciones de normalidad, pero en realidad, la evidencia, nos dice que viven en unas circunstancias desagradables; están afectados por “algo” nocivo, inconveniente o injusto. Las ciencias, a éste comportamiento incongruente, lo considera consecuencia de un estado patológico: una mente alterada crea su propia normalidad aparente, se llama normopatía.
Los normópatas viven el absurdo y lo aceptan como normalidad. No es que no tengan normas sino que asumen otras. Pautas provenientes de religiones, sectas, tribus urbanas, mafias, partidos políticos corruptos. También se doblegan frente al líder perrateador de la barra, ante los caudillos que se creen mesías, a un Estado autoritario o simplemente se acomodan a las normas sociales tacitas en un ambiente de corrupción e ignorancia.
Si juzgamos por las conductas que observamos en la cotidianidad, podríamos sospechar que muchas personas, y hasta comunidades enteras, padecen de normopatía. Sabemos que en las tradiciones culturales, en las narraciones y en los mensajes que divulga la industria cultural globalizada está implícita la lógica que nos induce a someternos a algún poder.
Es vasta la difusión de ideas conformistas que pregonan la libertad con la condición de no usarla, que tratan de persuadir a las comunidades para que acepten con pasividad las infamias. Investigaciones en la India (Amartya Sen, 2010, “La idea de la justicia”.) nos dicen que poblaciones marginadas del bienestar, con poca satisfacción de sus necesidades viven en una normopatía colectiva, en la quietud enfermiza de esperar cambiar sólo por efecto del destino, la magia o la religión.
Son normópatas, que no se ven a sí mismos como víctimas de la violencia estructural, es decir: la violencia generada por el inequitativo disfrute de los recursos como consecuencia de las estructuras sociales y legales. En cambio, en comunidades que gozan de mayor bienestar y superior nivel de educación la gente es inconforme, trata cada vez de obtener mejores estándares de vida. ¿La satisfacción de la población en Barranquilla es consecuencia de su normopatía?
Los damnificados por el invierno en Colombia: ¿Son sólo víctimas de las fuerzas incontrolables de la naturaleza? o ¿Algo tienen que ver la normopatía, la corrupción generalizada y la violencia estructural? Sabemos que nuestra población no se arruga en la adversidad, tiene la capacidad de resistir el infortunio. Pero una vez haya pasado la emergencia, las comunidades afectadas: ¿actuarán políticamente para evitar que en el futuro sean nuevamente víctimas de la imprevisión de un Estado, que le demuestra ser fallido frente a la magnitud de su desgracia?
Adenda. Este 21 de diciembre en Cartagena, el Instituto de Patrimonio y Cultura otorga distinción a la Fundación Bacanería Planetaria y auspicia el Encuentro reflexivo de Bacanes y Bacanas del Mundo.
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Publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/Y/yinvierno_violencia_estructural_y_normopatia/yinvierno_violencia_estructural_y_normopatia.asp?CodSeccion=52
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Publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
http://www.elheraldo.com.co/ELHERALDO/BancoConocimiento/Y/yinvierno_violencia_estructural_y_normopatia/yinvierno_violencia_estructural_y_normopatia.asp?CodSeccion=52
1 comentario:
Un reconocimiento, o distinción o deseo tienes en mi blog!
Un Besito Marino
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