Por Hugo González Montalvo.
Sin duda alguna el carnaval de Barranquilla es un festejo que genera un entusiasmo desbordante. Su complejidad es tal que genera muchas ópticas e infinitas interpretaciones.
A lo largo de mi vida, he tenido con el carnaval una relación con diversas intensidades; al principio solo diversión, después, más racional, de análisis. Me ausente por años, ya mayor regresé, después de estudiar en Europa y de haber conocido otros festejos famosos que se atribuyen igualmente el nombre de carnaval. Desde la óptica exclusiva de los estudios semióticos, de teoría del espectáculo, pienso que si alguien viniese por primera vez, sin mayor información sobre nuestras fiestas, con la idea de encontrar un espectáculo de carnaval podría llevarse muchas sorpresas.
Recordamos que históricamente, el carnaval es el primer modelo de espectáculo que surgió en la humanidad. Pueblos de diversas culturas celebraban espontanea y libremente la vida, reuniéndose en un espacio público, generalmente la plaza principal. Era una fiesta igualitaria, comunal, todos compartían la condición simultánea de actores y espectadores, desplazándose alegres y disfrazados sin rumbo determinado.
En Barranquilla, ese antiquísimo modelo de espectáculo carnavalero predominaba en sus inicios; a lo largo del siglo XX fue desplazado por otro modelo: el de desfile, que es el espectáculo que ahora prevalece, convirtiendo a la mayoría de la población en simple espectadora. Con los cuerpos fijos en los costados de la calle observa un escenario móvil que avanza delante de sus ojos. Los desfiles eran una puesta en escena de las manifestaciones folclóricas de la región, la mayoría de origen rural; hoy desfila de todo, la farándula y la publicidad se roban el show. Los palcos dividieron al público: los que pagan y los que se rebuscan.
En los últimos años otro modelo, que aquí llamaremos de tarima, tiene mayor presencia en la programación: músicos y danzas, allá arriba, en un escenario fijo, brindan el espectáculo y el público, acá abajo, apretujado, acepta resignado su condición de mirón emocionado. Otro modelo de espectáculo: el televisivo, hace también su oferta. A la distancia, en la comodidad de sus casas, buena parte de la población mira por TV los desfiles o las tarimas. Los espectadores ahora son simples consumidores de una transmisión saturada de comerciales.
El modelo carnavalero primó durante milenios en muchas partes del mundo. En algunas ciudades europeas sencillamente se esfumó o las autoridades lo desestimularon; al crecer la población, creció la inseguridad, ya no se podía controlar a una gran masa excitada por el placer sin freno. En América, a muchas fiestas vernáculas, los europeos le dieron el nombre de carnaval. Finalmente desembocaron en simples desfiles, en transmisiones de TV, como Rio de Janeiro.
En Barranquilla el modelo carnaval aún subsiste en algunos sectores populares, donde familiares y vecinos de la cuadra, disfrazados entre gente conocida, deciden hacer su propio carnaval, sin obedecer a ningún patrón establecido. Las nuevas generaciones aceptan sin inmutarse que el modelo carnaval desaparezca, simplemente están convencidos de que viven un carnaval. Y eso no se los quita nadie de la cabeza. Así que hoy, lunes de carnaval, el festejo sigue, llámese como se llame y con el modelo que sea. La reflexión sobre el asunto es cosa que ni hoy ni mañana interesen a nadie. caribaniaplanetaria@yahoo.es
Columna de opinión, en EL HERALDO, diario de Barranquilla, Colombia. Lunes 7 de marzo.
_______________
Propuesta de Ciudadelas de Carnaval. ¿En qué consistirían?
“Que en determinados sectores de la ciudad, en un espacio público sin divisiones ni clausuras, previamente acondicionado (engalanado y decorado) y con todas las medidas de seguridad, los vecinos se organicen y realicen los carnavales. En estas cuadras, avenidas, bulevares, plazas o parques, llamadas Ciudadelas de Carnaval, se desarrollarían las fiestas al aire libre, la población podría deambular con sus propios disfraces en un espacio sin barreras. En las ciudadelas carnavaleras habría una circulación permanente de monocucos, marimondas y toritos para asombro y deleite de los turistas. La calle sería un espontáneo escenario con bailes, grupos musicales folclóricos y comparsas. Una ocasión para que los barranquilleros exterioricen su imaginación y su creatividad”.
Apartes de una columna de opinión de Hugo González Montalvo en EL HERALDO, diario de Barranquilla, Colombia. Lunes 22 de febrero de 2010.
1 comentario:
De alguna manera esto tenia que ocurrir, la evolución social, familiar, cultural, los medios, todos son cómplices de la comercialización del carnaval, sin embargo aun existen familia barranquilleras que se reúnen mas fácil en carnavales que en navidad!
Un Besito Marino
Publicar un comentario