En la actualidad, las elecciones se están convirtiendo en concursos de popularidad de individuos. En la campaña no se discute sobre los diferentes proyectos políticos, económicos y sociales. El escenario son los medios y las encuestas la guía para tomar decisiones. Se prefiere al que posea una personalidad simpática; se nos olvida que detrás de cada candidato siempre hay unos intereses, que estos no siempre coinciden con los de la mayoría. El electorado es proclive a apoyar a quien lidera las encuestas; quiere sicológicamente identificarse con él, participar de su éxito o sentir como propio el poder que va detentar. Celebra su triunfo con la misma alegría efímera con que festeja un gol de su quipo favorito. Es como si la satisfacción de “acertar al caballo ganador” fuese el objetivo último de las elecciones políticas.
El electorado, igualmente, debe estar libre de presiones (sobornos, excomuniones religiosas, amenazas, violencia). Toda persona que deposita un voto debe recordar que, en la lucha por el poder, las fuerzas políticas a través de la historia se han aglutinado en dos extremos opuestos, los que defienden los privilegios y los que aspiran a tener más derechos. También existen unas fuerzas que se mueven ambivalentes entre esas dos posiciones ideológicas. La diferencia sustancial entre la derecha y la izquierda consiste en la distinta valoración del concepto de igualdad. La derecha considera que las diferencias sociales son necesarias y son producto natural de la diversidad biológica, del origen familiar o de las distintas capacidades físicas, morales o intelectuales. Piensa que la igualdad entre los hombres es una utopía. Que el poder es mejor si está concentrado, que así se evita el desorden social. Por su parte, la izquierda sostiene que la igualdad es una reivindicación que busca la justicia social. Que las desigualdades son consecuencia de la explotación económica de los poderosos. Que la igualdad de oportunidades es un derecho humano. En una posición cercana, los anarquistas pregonan la posibilidad de una sociedad igualitaria sin que medie ningún poder centralizado; solo admiten la democracia directa expresada en un orden espontáneo, justo y libre. Por otro lado, los liberales creen que un régimen que respete las libertades individuales es necesario para que se alcance la justicia social. En fin, en una democracia los ciudadanos tienen la oportunidad de escoger libremente entre los diferentes matices y combinaciones ideológicas que se puedan ofrecer intelectual y políticamente. En una contienda electoral democrática no es admisible que se excluyan, o se dificulte, la participación de algunas de las diferentes opciones políticas.
Otra distorsión de la democracia es la falta de sinceridad, de honestidad ideológica, de algunos políticos que profesan en su intimidad pensamientos de derecha o de izquierda y que por táctica electorera se arropan con el discurso contrario para ganarse el voto de un sector específico. La imagen de la izquierda, como oposición radical al régimen, a veces, se desdibuja cuando accede a la administración departamental o local. Como allí no es posible realizar cambios radicales, entonces se limita a desarrollar una buena gestión gerencial aplicando la lógica política del establecimiento, termina pareciéndose a los políticos tradicionales.
En estos momentos, en que lo político está en crisis, es cuando los colombianos debemos reivindicar a la democracia como la forma más civilizada de convivencia pacifica. Solo en ella podemos aspirar a vivir decentemente.