Sintiéndolo como propio, he transitado por un camino construido desde hace tres millones de años, acabo de terminar el primer recorrido, con mirada panorámica, por el sendero de las ideas fundamentales de la especie.
Peter Watson, investigador de la Universidad de Cambridge, es el encargado de guiarme, con fluidez narrativa me conduce desde nuestro origen en África (aun cuando no articulábamos palabras, ya desarrollábamos las primeras ideas) hasta el mundo contemporáneo (Ideas, Historia intelectual de la humanidad e Ideas, Historia intelectual del siglo XX).
En un momento, estamos en una recóndita caverna decorada con esplendidas pinturas rupestres, podría ser un centro ceremonial, contemplamos el inicio de la idea de religión. Pero antes que apareciera propiamente la idea de religión se necesitó, primero, que surgiera la idea de “Alma”, es decir, la creencia en un componente no físico del individuo que sobrevive después de la muerte; segundo, la creencia en que ciertos individuos dentro de la sociedad están particularmente dotados para recibir inspiración de agentes sobrenaturales y, tercero, la creencia en que ciertos rituales pueden producir cambios en el mundo real. Y así, poco a poco, con estas ideas en el cerebro vamos transitando por esta senda maravillosa del ingenio humano.
Cuando recorremos la Antigüedad, Watson nos advierte sobre ciertos personajes de la Biblia: «De acuerdo con arqueólogos que han realizado excavaciones en Israel (algunos de ellos israelitas) no existen pruebas arqueológicas de la existencia de ninguno de los patriarcas (Abraham, Noé, Moisés o Josué) y tampoco del exilio judío en Egipto. Más aún, investigaciones muy recientes han planteado dudas incluso sobre la existencia de David, Salomón y la monarquía unida de la supuesta época dorada judía».
Al final, en sus conclusiones, Watson nos dice que « la presencia intelectual más sobresaliente del siglo XX, el sicoanálisis, es errónea. La aventura freudiana en su totalidad es una empresa estrafalaria y obsoleta. Hoy, en el mundo de la ciencia en general, las ideas de Freud se rechazan por considerárselas descabelladas y poco científicas. Sus supuestas pruebas clínicas no emergieron sino del hecho de que él forzaba a sus pacientes a acomodarse a sus opiniones». No obstante estas certezas, los expertos interesados seguirán dirimiendo, con enérgicas contradicciones, estos asuntos.
Este descredito, me reenvía de inmediato a pensar en todas las obras artísticas de diferentes géneros que se basaron en esa eufórica acogida inicial a las teorías de Freud. Fueron muchas las operas, el cine y las novelas cargadas de simbologías “freudianas”.
En las artes plásticas del siglo XX dejó una huella indeleble: el surrealismo, el dadaísmo y ciertas formas fundamentales de expresionismo y abstraccionismo se sustentaron en la fantasía freudiana.Este menoscabo del prestigio seguramente no disminuirá el placer estético que aún nos generan todas estas obras, pero sí le resta gran parte de su significado, reduce su importancia intelectual. Convierte a gran parte de la invención del siglo XX en exóticas piezas de época, exhibidas como simple curiosidad histórica en un museo de cosas estrafalarias.
Muchos de nosotros crecimos en medio de la gran popularidad de la idea freudiana de naturaleza humana: nuestra condición adulta tendría relación directa con nuestras experiencias de infancia, con los conflictos con nuestros padres; hoy, las nuevas generaciones se forman con la reciente idea: la mayor influencia en la infancia la recibimos de nuestros iguales, los otros niños.
Peter Watson, investigador de la Universidad de Cambridge, es el encargado de guiarme, con fluidez narrativa me conduce desde nuestro origen en África (aun cuando no articulábamos palabras, ya desarrollábamos las primeras ideas) hasta el mundo contemporáneo (Ideas, Historia intelectual de la humanidad e Ideas, Historia intelectual del siglo XX).
En un momento, estamos en una recóndita caverna decorada con esplendidas pinturas rupestres, podría ser un centro ceremonial, contemplamos el inicio de la idea de religión. Pero antes que apareciera propiamente la idea de religión se necesitó, primero, que surgiera la idea de “Alma”, es decir, la creencia en un componente no físico del individuo que sobrevive después de la muerte; segundo, la creencia en que ciertos individuos dentro de la sociedad están particularmente dotados para recibir inspiración de agentes sobrenaturales y, tercero, la creencia en que ciertos rituales pueden producir cambios en el mundo real. Y así, poco a poco, con estas ideas en el cerebro vamos transitando por esta senda maravillosa del ingenio humano.
Cuando recorremos la Antigüedad, Watson nos advierte sobre ciertos personajes de la Biblia: «De acuerdo con arqueólogos que han realizado excavaciones en Israel (algunos de ellos israelitas) no existen pruebas arqueológicas de la existencia de ninguno de los patriarcas (Abraham, Noé, Moisés o Josué) y tampoco del exilio judío en Egipto. Más aún, investigaciones muy recientes han planteado dudas incluso sobre la existencia de David, Salomón y la monarquía unida de la supuesta época dorada judía».
Al final, en sus conclusiones, Watson nos dice que « la presencia intelectual más sobresaliente del siglo XX, el sicoanálisis, es errónea. La aventura freudiana en su totalidad es una empresa estrafalaria y obsoleta. Hoy, en el mundo de la ciencia en general, las ideas de Freud se rechazan por considerárselas descabelladas y poco científicas. Sus supuestas pruebas clínicas no emergieron sino del hecho de que él forzaba a sus pacientes a acomodarse a sus opiniones». No obstante estas certezas, los expertos interesados seguirán dirimiendo, con enérgicas contradicciones, estos asuntos.
Este descredito, me reenvía de inmediato a pensar en todas las obras artísticas de diferentes géneros que se basaron en esa eufórica acogida inicial a las teorías de Freud. Fueron muchas las operas, el cine y las novelas cargadas de simbologías “freudianas”.
En las artes plásticas del siglo XX dejó una huella indeleble: el surrealismo, el dadaísmo y ciertas formas fundamentales de expresionismo y abstraccionismo se sustentaron en la fantasía freudiana.Este menoscabo del prestigio seguramente no disminuirá el placer estético que aún nos generan todas estas obras, pero sí le resta gran parte de su significado, reduce su importancia intelectual. Convierte a gran parte de la invención del siglo XX en exóticas piezas de época, exhibidas como simple curiosidad histórica en un museo de cosas estrafalarias.
Muchos de nosotros crecimos en medio de la gran popularidad de la idea freudiana de naturaleza humana: nuestra condición adulta tendría relación directa con nuestras experiencias de infancia, con los conflictos con nuestros padres; hoy, las nuevas generaciones se forman con la reciente idea: la mayor influencia en la infancia la recibimos de nuestros iguales, los otros niños.
Publicado como columna de opinión en el diario el EL HERALDO de la ciudad de Barranquilla, Colombia.
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