lunes, 12 de julio de 2010

Aumentando la ignorancia

Por Hugo González Montalvo
Sintiéndolo como propio, he transitado por un camino construido desde hace tres millones de años, acabo de terminar el primer recorrido, con mirada panorámica, por el sendero de las ideas fundamentales de la especie.
Peter Watson, investigador de la Universidad de Cambridge, es el encargado de guiarme, con fluidez narrativa me conduce desde nuestro origen en África (aun cuando no articulábamos palabras, ya desarrollábamos las primeras ideas) hasta el mundo contemporáneo (Ideas, Historia intelectual de la humanidad e Ideas, Historia intelectual del siglo XX).
En un momento, estamos en una recóndita caverna decorada con esplendidas pinturas rupestres, podría ser un centro ceremonial, contemplamos el inicio de la idea de religión. Pero antes que apareciera propiamente la idea de religión se necesitó, primero, que surgiera la idea de “Alma”, es decir, la creencia en un componente no físico del individuo que sobrevive después de la muerte; segundo, la creencia en que ciertos individuos dentro de la sociedad están particularmente dotados para recibir inspiración de agentes sobrenaturales y, tercero, la creencia en que ciertos rituales pueden producir cambios en el mundo real. Y así, poco a poco, con estas ideas en el cerebro vamos transitando por esta senda maravillosa del ingenio humano.
Cuando recorremos la Antigüedad, Watson nos advierte sobre ciertos personajes de la Biblia: «De acuerdo con arqueólogos que han realizado excavaciones en Israel (algunos de ellos israelitas) no existen pruebas arqueológicas de la existencia de ninguno de los patriarcas (Abraham, Noé, Moisés o Josué) y tampoco del exilio judío en Egipto. Más aún, investigaciones muy recientes han planteado dudas incluso sobre la existencia de David, Salomón y la monarquía unida de la supuesta época dorada judía».
Al final, en sus conclusiones, Watson nos dice que « la presencia intelectual más sobresaliente del siglo XX, el sicoanálisis, es errónea. La aventura freudiana en su totalidad es una empresa estrafalaria y obsoleta. Hoy, en el mundo de la ciencia en general, las ideas de Freud se rechazan por considerárselas descabelladas y poco científicas. Sus supuestas pruebas clínicas no emergieron sino del hecho de que él forzaba a sus pacientes a acomodarse a sus opiniones». No obstante estas certezas, los expertos interesados seguirán dirimiendo, con enérgicas contradicciones, estos asuntos.
Este descredito, me reenvía de inmediato a pensar en todas las obras artísticas de diferentes géneros que se basaron en esa eufórica acogida inicial a las teorías de Freud. Fueron muchas las operas, el cine y las novelas cargadas de simbologías “freudianas”.
En las artes plásticas del siglo XX dejó una huella indeleble: el surrealismo, el dadaísmo y ciertas formas fundamentales de expresionismo y abstraccionismo se sustentaron en la fantasía freudiana.Este menoscabo del prestigio seguramente no disminuirá el placer estético que aún nos generan todas estas obras, pero sí le resta gran parte de su significado, reduce su importancia intelectual. Convierte a gran parte de la invención del siglo XX en exóticas piezas de época, exhibidas como simple curiosidad histórica en un museo de cosas estrafalarias.
Muchos de nosotros crecimos en medio de la gran popularidad de la idea freudiana de naturaleza humana: nuestra condición adulta tendría relación directa con nuestras experiencias de infancia, con los conflictos con nuestros padres; hoy, las nuevas generaciones se forman con la reciente idea: la mayor influencia en la infancia la recibimos de nuestros iguales, los otros niños.
En fin, seguiremos aumentando nuestra ignorancia con nuevos libros.
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Publicado como columna de opinión en el diario el EL HERALDO de la ciudad de Barranquilla, Colombia.

domingo, 11 de julio de 2010

La riqueza de la cultura


Por Hugo González Montalvo
Con motivo de la cumbre del Grupo de los Ocho (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia), uno se pregunta: ¿Por qué estos países son los más industrializados del planeta? Los expertos tienen explicaciones que satisfacen a unos y ofenden a otros.
Jared Diamond, profesor de la Universidad de California, en su libro Armas, gérmenes y acero nos dice que las diferencias entre las sociedades humanas tienen su origen lejano en las distintas condiciones ambientales. La hegemonía de los europeos y asiáticos se debe a que se han beneficiado de algunas diferencias culturales que fueron generadas por la influencia del ambiente geográfico. Eurasia contenía la mayor proporción de especies vegetales y animales susceptibles de ser domesticadas. Gran parte de Eurasia se sitúa en el eje este-oeste donde existen pocas montañas o desiertos, lo que permitió una rápida expansión de la agricultura y de la ganadería que promovió una mayor densidad de población, lo que supuso una ventaja cualitativa y numérica respecto a las sociedades de cazadores recolectores.
David Landes, profesor emérito de Economía e Historia de la Universidad de Harvard, en su libro La riqueza y la pobreza de las naciones, nos dice: “La manera de pensar tradicional de algunos pueblos afecta o tiene efectos materiales, les ayuda a progresar o a empobrecerse”. Nos recalca que si alguna lección puede sacarse de la historia económica, es que la cultura, entendida como el conjunto de valores íntimos que guían la conducta de una población, es el factor determinante por excelencia para el logro de niveles más altos de bienestar. La anterior tesis le da crédito al sociólogo alemán Max Weber quien nos advirtió que en los siglos XVI a XVIII, en el norte de Europa, la religión protestante fomentó el florecimiento de un tipo de hombre que creó una economía nueva (un nuevo modo de producción) que conocemos como capitalismo (industrial). El pensar permanentemente en invención, iniciativa y libertad impulsó a Europa a lograr su Revolución Industrial que marcó la diferencia con el resto de los pueblos del mundo.
David Landes nos señala que a las élites del Nuevo Mundo, que sólo pretendían cambiar de amo, les cayó la independencia del cielo. Aprovecharon los conflictos bélicos que debilitaron a España y se apoderaron del poder. Que la historia de Latinoamérica en el siglo XIX es un folletín de conspiraciones, intrigas, golpes y contragolpes, con todo lo que ello conlleva en términos de inseguridad, mal gobierno, corrupción y atraso económico.
 En la cima, un reducido grupo de bribones, bien instruidos por sus maestros coloniales, se dedicaron al pillaje a placer. Por debajo, las masas se acurrucaban y recogían las migajas del festín. Para guardar las apariencias los nuevos ‘estados’ de Latinoamérica se embellecían con un superficial barniz republicano. Los sectores clave seguían siendo los mismos: la minería (oro, plata, bronce), la agricultura y el ganado. El objetivo era producir un superávit que pudiera intercambiarse por productos manufacturados extranjeros. Poco se hizo en pro de la industria, de modo que fue deficiente el desarrollo industrial.
Para otros, el actual desarrollo industrial de las naciones ricas se debe a que se aprovecharon de los países más pobres; colonizándolos, explotándolos con sevicia. Es el triunfo de la codicia capitalista, de los imperios.
La complejidad del tema no permite conclusiones improvisadas. Por lo pronto, la pregunta obligada es: ¿Podemos cambiar la cultura mafiosa, que hoy nos embrutece y empobrece, por una cultura que valore el trabajo, la invención y la honestidad?
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Publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia

lunes, 14 de junio de 2010

Ética y abstención. Elecciones en Colombia.

Por Hugo González Montalvo.
En Colombia pareciera que en el ámbito político y en algunas instituciones del Estado se tornó común, y aceptada mayoritariamente, una norma social que dice: “Lo único importante es el éxito”. Y de acuerdo con ese fin, el éxito en política se mide por la posesión del poder: “Aunque los hechos te acusen que eres una persona perversa, mientras demuestres que los resultados de tus acciones pueden ser considerados ‘buenos’, siempre serás absuelto. Es preciso, pues, que tengas una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que mientras puedas no te apartes del bien. Pero en caso de necesidad, no titubees en entrar en el mal. El fin justifica los medios”. En las actuales circunstancias históricas en las que la sociedad, estimulada por la codicia, da la impresión de que no tiene tiempo de recordar ni de reflexionar, la calculabilidad, el pragmatismo del superestratega, del superexperto, sustituye a la verdad.
Puesto que estar en el mundo es estar con otros, presupone interpretaciones diferentes, incluso contradictorias; muchos colombianos, que tienen otro ideal sobre cómo tenemos que vivir juntos, disconformes, saben que estas razones maquiavélicas y utilitarias, hoy populares, no responden a ninguna ética. Recordemos que la ética estima lo que cada uno hace con su libertad, tanto en los fines como en los medios; valora el procedimiento por el que una norma pueda considerarse moral. La necesaria obediencia a las normas sociales las somete a ciertos requisitos éticos. La ética es intersubjetiva, supone una comunidad civil en diálogo. Por eso los colombianos inquietos, se preguntan:
  • ¿Podemos catalogar nuestra conducta como correcta, cuando, con nuestra pasividad y silencio, aceptamos una situación social injusta?
  • ¿Hemos tenido la posibilidad de escoger una conducta diferente?
  • ¿Será posible una ética cívica, compuesta de unos mínimos compartidos entre las distintas opiniones de máximas aspiraciones ideales?
  • ¿Será posible una moral cívica que oriente la legalidad con principios éticos, que parecen irrealizables, frente al pragmatismo político, rampante y sin límites externos?
  • Mientras que el Estado actual siga interactuando, retroalimentándose, con una sociedad que no se guía por una clara ética ciudadana ¿podríamos aspirar a gozar en el futuro de un Estado moral?
La próxima jornada electoral se supone es una oportunidad para expresar opiniones sobre lo que debería ser el destino histórico de la comunidad, estamos obligados a colaborar lealmente en la perfección del grupo social al que pertenecemos. Frente a ella se postulan varias opciones:
  • Votar por Santos sería apoyar la institucionalización del ‘statu quo’, un viejo orden medieval español, aún vigente, que considera que lo que vale es el poder y que la política es una actividad ajena a la moral, en la que los valores éticos no tienen aplicación, que las reflexiones que proponemos aquí carecen de sentido.
  • Votar por Mockus, es votar por un político que hace una solicitación de opinión hacia sus planteamientos sin más pruebas que la de juzgar sobre el grado de credibilidad que tiene como persona, pero sin explicitar mayores datos que demuestren que tiene una oferta de cambio.
  • Votar en blanco es confiar en que si son mayoría los inconformes se pueden realizar nuevas votaciones, con nuevos candidatos. 
  • Abstenerse para unos es la oportunidad de gozar los partidos del mundial, y para otros es la ocasión perfecta para protestar contra un Estado que promueve la desigualdad y la injusticia. La mayoritaria abstención esperada también nos dirá que los candidatos no aportaron pruebas claras para convencernos de que era razonable aceptar sus planteamientos. 
Todo lo anterior está sujeto a múltiples interpretaciones. Usted, amigo lector, tiene la palabra.

 
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Publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO, de Barranquilla, Colombia.