lunes, 1 de diciembre de 2008

Lejos de la “Tercera Cultura”. Aceptación social de la explotación de la ignorancia y la esperanza. Columna de opinión para EL HERALDO, diario de Barranquilla, Colombia.


Por HUGO GONZÁLEZ  MONTALVO.
Cuando públicamente se dilucida un problema contemporáneo es común escuchar, como argumento, frases efectistas de la tradición literaria, o de los libros “sagrados”. Son manifestaciones simples de ideologías, modas y prejuicios. En el ámbito científico sólo es fiable, y de manera provisional, el conocimiento que surge de un cuerpo de prácticas, un método avalado por la comunidad científica. Por lo general este conocimiento le es extraño al intelectual tradicional.

Hoy es casi imposible opinar con coherencia sobre temas como la crisis ecológica, la defensa de la biodiversidad o la ética medioambiental sin conocer la entropía, la biología molecular o la teoría sintética de la evolución. Es frecuente que personajes en la radio o en la televisión lancen juicios sobre cuestiones trascendentales para la comunidad sin una adecuada información sobre temas como las redes neuronales, los fractales, los sistemas complejos adaptativos, el equilibrio puntuado, la lógica borrosa o la epigenética.
Es más, editores de periódicos y revistas prestigiosas todavía permanecen anclados en conceptos que no se compadecen con la actual evolución del pensamiento. Se sabe que en el mundo académico conviven, pero aun separados por reciprocas ignorancias, una cultura tradicional humanística y otra exclusivamente científica. Es por eso que desde hace un tiempo se plantea la necesidad de una “tercera cultura” que fomentaría el surgimiento de científicos con formación humanística y humanistas con fundada información científica, capaces de afrontar los actuales retos que plantea la supervivencia de la especie.
En nuestro medio es aun más difícil lograr ésta pretendida “tercera cultura”, la población se sigue guiando por horóscopos, cartas astrales, supercherías, “libros sagrados”. En la radio y televisión pululan “profetas”, “maestros”, “profesores”, lideres religiosos, guías fundamentalistas que con discursos frenéticos, con alocadas arengas forman una algarabía ridícula y prosaica.Personas incautas o desesperadas por los problemas cotidianos y ante la perspectiva de unas terribles torturas en el infierno se dejan atrapar con las fáciles promesas de vida eterna en el cielo, o lo que es más efectivo, sacarlas de la enfermedad y de la pobreza. De la manera más ingenua regalan parte del producto de su trabajo a miembros de unas especies de “Pirámides celestiales”, engordando sus cuerpos y sus arcas, bien terrenales. Como es remota la posibilidad de que la población reaccione ante esta sofisticada estafa, nos tocara ser testigos de la legalidad y aceptación social de la explotación de la ignorancia y de la esperanza.
Publicado en EL HERALDO

lunes, 17 de noviembre de 2008

La pirámides y la Colombia sensata

Por Hugo González M.
Sobre las motivaciones de las conductas humanas desde siempre se han lanzado diferentes hipótesis. De acuerdo con éstas, tomamos decisiones y esperamos que los otros actúen de determinada manera. Sabemos que como seres vivos estamos fuertemente motivados por el instinto de supervivencia, que nuestros genes conforman la fuerza poderosa que nos impulsa a escoger el placer y alejarnos del sufrimiento. Hay una memoria del dolor que escoge aquello que nos es más placentero. Existen motivos egoístas en las conductas de los humanos pero también impulsos altruistas que nos guían en la convivencia social.
Es decir, en un momento dado, tenemos que decidir entre lo que nos conviene y lo que nos perjudica. Es ahí donde surgen los conceptos de lo bueno y lo malo. Conceptos que se han aplicado a través de la historia de acuerdo con las conveniencias individuales, las concepciones culturales y las necesidades económicas de los pueblos. Para justificar conductas motivadas por el miedo, el hambre, el deseo sexual, el odio, la codicia o la ingratitud hemos descargado nuestras responsabilidades a las fuerzas mágicas y misteriosas de la naturaleza, al destino marcado por las estrellas o a la voluntad de un ser supraterrenal. No reconocemos, por falta de conciencia, que en el origen de nuestras decisiones, muchas veces, hay un fogonazo interior, intuitivo, que vence la lógica más aplastante. Lo anterior lo traigo a colación por la conocida crisis social que han representado las famosas pirámides. Es de suponer que debemos tener en asuntos como la administración de los pequeños recursos monetarios domésticos sumo cuidado, astucia en la planificación. Saber, por experiencia, que ofertas de exorbitantes ganancias en poco tiempo son sospechosas. Sin embargo, los ingenuos, los incautos siempre han existido. También los codiciosos, que con su aparente viveza son los primeros en caer en la trampa.
Es diciente el estado de desesperación de nuestra gente que frente a la crisis, a la pobreza, se arriesga a perderlo todo. El Estado no puede castigar antes que se haya cometido un delito pero si debe impedir que continúe su ejecución. En este caso, iniciada con una oferta, a todas luces, fraudulenta. Eso es lo que ha faltado, vigilancia y control. Es de anotar que nuestro pueblo es continuamente estafado, ha veces de manera legal y descarada, por políticos con irrealizables promesas de paz y prosperidad, por empresas de servicios que incumplen sus contratos, etc. Sin embargo existe una Colombia inteligente, que sabe que el trabajo y el estudio son la base del progreso. Esa Colombia sensata es la que necesitamos que se despierte y que por siempre destierre la cultura del enriquecimiento fácil e ilícito.
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Publicado en EL HERALDO como columna de opinión:

lunes, 20 de octubre de 2008

La región Caribe y la Caribanía

Por Hugo González Montalvo.
En nuestra región geográfica del Caribe algunos sectores promueven la institucionalización jurídica de una región autónoma como la solución a los múltiples problemas que nos acosan. Valdría la pena que se analizaran algunos aspectos inherentes al tema, por ejemplo: ¿poseemos una definida nacionalidad cultural? Es decir, ¿nuestra colectividad está fuertemente cohesionada por la conciencia de poseer un pasado y una cultura común? ¿Hemos expresado masivamente la necesidad de poseer una nueva nacionalidad jurídica? En otras palabras, ¿la colectividad ha expresado la necesidad de luchar por su reconocimiento como nuevo sujeto de derecho por parte del Estado centralista unitario? ¿Aspiramos a poseer una nueva nacionalidad política? Precisando, ¿existe una sólida fuerza política regional capaz de exigir al Estado centralista que se nos reconozca la posibilidad de autogobernarnos? Otras preguntas: ¿La autonomía regional conduciría necesariamente a tener mayor democracia y lograr la disminución de la desigualdad o le facilitaría la perpetuación en el poder a las viejas elites aliadas con bandas emergentes en su dominio semifeudal? No haber resuelto los graves problemas regionales, por ejemplo: la prevención de las terribles inundaciones, ¿es una prueba de lo malvados que son los dirigentes centralistas o es una prueba de la desidia de nuestra dirigencia? ¿Por qué los dirigentes políticos regionales aceptan sumisos la centralización antidemocrática de los partidos nacionales? ¿Los dirigentes empresariales regionales no han expresado estar felices con el caudillismo centralista? Tenemos que asegurarnos, con cifras y hechos, que poseemos suficiencia financiera y eficiencia administrativa para constituirnos en región. En un mundo globalizado, creo que al tiempo que se busca mayor autonomía al interior del Estado debemos buscar en Caribanía —comunidad supraestatal con una originaria identidad cultural caribeña— las posibilidades de nuestra prosperidad económica y social. La Caribanía colombiana tiene la palabra.


Perfil de Facebook de Soy de Caribanía

lunes, 6 de octubre de 2008

Complejas preguntas para el lector

Por Hugo González Montalvo.

Sobre el paro judicial: ¿A quién le interesa más que los jueces y trabajadores del sector judicial ganen poco?: ¿A los honrados y pobres enredados en un lío judicial? o ¿a los corruptos y poderosos investigados por la comisión de un delito?

La conmoción que produjo el asesinato del niño Luis Santiago ¿será cierta? ¿No será una combinación de sensacionalismo, hipocresía, y explotación vil de la tragedia humana? ¿No será que se divulga con escándalo el llanto de las consecuencias para poder esconder la crueldad de las causas sociales y políticas? ¿Esos depravados, asesinos de niños, no estarán aplicando lo que han recibido como educación del sistema imperante: el principio de la economía salvaje, sale más barato violar la Ley que cumplirla?
En las transmisiones de Tv se veían, en el fondo del encuadre, los rostros sonrientes de los curiosos del municipio, contentos de vivir el espectáculo de la muerte en vivo. ¿Se sentirían felices por ser, así sea por unos momentos, protagonistas de la noticia más importante del país?

En lo transcurrido del 2008, según el Instituto de Medicina Legal, 13 niños menores de un año han sido asesinados en el país. ¿Por qué no se escandalizó el país?
¿No será que nos hemos acostumbrado a que el asesinato sea una acción normal dentro de la lógica de la guerra y el afán de lucro del narcotráfico y la corrupción?
Por estos días se escucha nuevamente: ¿Está de acuerdo con que se implante la pena de muerte en Colombia? Debería ser más bien, ¿está de acuerdo con que en Colombia se acabe la pena de muerte?

Con relación al fallo del Consejo Superior de la Judicatura a favor del Ministro de Protección Social. ¿Será la reafirmación de lo que siempre hemos sospechado: hay intereses oscuros que están interfiriendo la justicia?
¿Es posible en Colombia una justicia sin la injerencia perversa del poder político o económico? ¿No es hora de llamar a la Corte Internacional para que nos ayude en los casos más escabrosos relacionados con poderosos capos de la mafia vinculados con malhechores incrustados en la alta burocracia estatal?

Con respecto a la crisis financiera en EEUU. Al fin, ¿en qué quedamos? ¿El Estado fuerte es inconveniente, como dice la derecha radical neoliberal, cuando interviene la economía a favor de los pobres? o ¿es bueno, como dicen ahora los mismos de la derecha neoliberal, cuando salva de la quiebra a los acaudalados banqueros, ahogados en su propia codicia sin límites morales y legales? ¿Es honesto eso de: privatizar las ganancias y socializar las pérdidas? ¿Los contribuyentes deben siempre pagar los platos rotos? ¿Los negociantes tienen principios o sólo intereses? ¿El mercado es mejor dejarlo sin controles?

¿Existe algún sector libre de corrupción? Claro que sí, contestarán muchos. Entonces, ¿no es hora de que planteen soluciones?
La percepción que se tiene en el exterior de nosotros es ofensiva. Pero en el interior, por las encuestas, uno diría que todo está bien.
¿Será cierto que el funcionamiento del Estado y el Gobierno es inmejorable? ¿A cuáles colombianos están encuestando?

lunes, 22 de septiembre de 2008

Mala calidad y abusos en productos y servicios

Por Hugo González Montalvo.
Creo que el lector tendrá muchos ejemplos de la afirmación del título. Ofrezco algunos. La empresa de gas pretende imponer la compra de materiales innecesarios. La de telefonía móvil incumple la oferta publicitaria.Las EPS son ineficientes en los trámites, la demora en los servicios es insolidaria, cruel. Personalmente he tenido que devolver, por mala calidad o vicios ocultos: electrodomésticos, muebles, alimentos, etc.
Estamos ante una generalizada complacencia de parte del Estado frente a la viveza fraudulenta de empresarios desleales. Muchos usuarios se abstienen de emprender acciones de reclamo debido a los procedimientos engorrosos, trabas propiciadas por las mismas empresas.
Se incumple descaradamente la Constitución, artículo 78: “La Ley regulará el control de calidad de bienes y servicios ofrecidos y prestados a la comunidad, así como la información que debe suministrarse al público en su comercialización.Serán responsables, de acuerdo con la Ley, quienes en la producción y en la comercialización de bienes y servicios, atenten contra la salud, la seguridad y el adecuado aprovisionamiento a consumidores y usuarios”.
Previo a la realización del contrato, el profesional, empresario o vendedor debe informar, aconsejar y advertir al consumidor de manera oportuna, clara, precisa e idónea; lo contrario, podría ser considerado como dolo o mala fe.Lo correcto sería que proporcionemos nuestro “consentimiento informado”, pero a menudo, existe una evidente “asimetría de poder contractual entre las partes”, principalmente cuando adquirimos productos tecnológicamente complejos o necesitamos de servicios médicos.La información de ingredientes y fecha de vencimiento en los empaques de alimentos procesados es intencionadamente ineficaz. La letra ilegible algo oculta; sobre todo, la presencia de ingredientes que la ciencia médica ha cuestionado.Los consumidores caen en la tentación de la compra impulsiva motivada por la publicidad engañosa de supuestas ofertas. En esos contratos el consentimiento no es razonado, no hay la lentitud que requiere el análisis concienzudo.

Sabemos que los servicios públicos domiciliarios son regulados en Colombia por la Ley 142 de 1994. Recordemos algunos de sus preceptos y usted, lector, me dirá si se cumplen. “El Estado intervendrá en los servicios públicos para garantizar su calidad”. “El Presidente de la República ejercerá el control, la inspección y vigilancia de las entidades que presten los servicios públicos domiciliarios por medio de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios”. “Las empresas de servicios serán civilmente responsables por los perjuicios ocasionados a los usuarios”“La Superintendencia deberá sancionar a las empresas que no respondan en forma oportuna y adecuada las quejas de los usuarios”.“El consumo será el elemento principal del precio. No se cobrarán servicios no prestados, tarifas, ni conceptos diferentes a los previstos”. “Las personerías municipales deberán asesorar a los usuarios que deseen presentar recursos”.
Como ven, la letra de la Ley es bella, pero…
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Publicado como columna de opinión en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Ante la crisis, más democracia

Por Hugo González Montalvo
En Colombia estamos siendo testigos de una encarnizada y desgastadora lucha entre los poderes del Estado. El Congreso desprestigiado por la ‘parapolítica’ ha perdido su solvencia moral para ser reconocido como el representante de la voluntad colectiva. Funcionarios del Gobierno central están siendo investigados judicialmente o están inmersos en escándalos relacionados con vínculos con las mafias. La Corte está siendo minada por el continuo cuestionamiento por parte del Ejecutivo. Se le califica como conspiradora y en la opinión se siembra la duda sobre su probidad. Ésta situación se percibe como una señal de inestabilidad institucional. La independencia del sistema judicial es una de las condiciones que caracteriza la vigencia de la democracia en un país. Ante la evidencia de un Estado fallido, algunos desadaptados confirman la idea de que a ellos les corresponde hacer justicia por sus propias manos.
Mapa de los Estados Fallidos http://www.fp-es.org/
El Estado colombiano se percibe como fallido, entre muchas razones, porque es incapaz de asegurar el derecho a la vida, el ejercicio de los derechos políticos y el goce de los derechos sociales. Para comprobar lo anterior, basta con mirar un noticiero de TV o leer cualquier periódico de la nación. De inmediato, uno se entera de la corrupción de los funcionarios, la ineficiencia de la burocracia estatal, la inoperancia de los órganos de control y la impunidad reinante. Hacen falta cordura y ética, tanto en el sector público como en el privado. Están ausentes la racionalidad en las decisiones y el control de las emociones en las declaraciones. No son razonables las actuaciones, los argumentos que se esgrimen están vacíos de lógica y dejan ver los intereses sectoriales que representan.

Si juzgáramos el comportamiento de la población ante estos graves hechos estaríamos tentados en repetir lo que algunos tratadistas del elitismo democrático han dicho: la democracia es el gobierno del político, “el ciudadano normal cuando penetra en la política, argumenta y analiza de una manera que él mismo calificaría como infantil si estuviese dentro de la esfera de sus intereses particulares” (Schumpeter). Por supuesto que no compartimos ésta opinión, pero así piensa un sector de nuestra dirigencia política. Sabemos que gran parte de la población está inconforme con su situación de pobreza pero no logra comprender, por falta de información, cuáles son las causas de su infortunio ni la manera de salir de él. Muchos de los dirigentes populares que hubiesen podido orientar a sus comunidades con el análisis e impulsar la gestión política fueron asesinados o están intimidados por las bandas armadas.
Vivimos en un mismo territorio pero en diferentes países, hay un país ideal que promueven algunos medios, existe un país pacificado y sin mayores problemas en la mente del Gobierno y un país real en el estómago de los desnutridos de Colombia.A la prensa, la radio y la televisión, como orientadores de la opinión política, les corresponde el deber moral de propiciar que nuevos y pacíficos vientos desplacen al actual aire contaminado que se respira en la política colombiana.
Estoy seguro que los ciudadanos en un momento de iluminación colectiva abandonarán la improductiva cultura de la queja y de la plegaria para acudir a la cultura de la acción política civilizada para superar sus problemas, para ello los partidos políticos, los actuales o nuevos, deberán democratizarse internamente y ofrecer confianza a la población. Como ven, hoy puedo pecar por optimista.


Publicado en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.

lunes, 25 de agosto de 2008

Urbanidad y cultura ciudadana

Por: HUGO GONZÁLEZ MONTALVO

Si hacemos un recorrido por algunos sectores del centro de la ciudad y analizamos su aspecto, sus formas predominantes, es evidente el deterioro, la suciedad de las fachadas y la contaminación visual de muchos edificios. El abandono gubernamental, padecido por años, ha generado una especie de estética de la desidia. Los desdichados ciudadanos que sobreviven en sus calles han generado su propia estética de la indigencia. Y la invasión del espacio público con ventas de todo tipo, promovida por la politiquería, ha diseñado una grotesca estética de la corrupción. El panorama se torna muchas veces desagradable, deprimente. Frente a esta situación la población transita con total indiferencia, asume tales circunstancias como normales. Lo anterior es sólo un ejemplo de lo que sucede en la vida de la urbe. Es una mixtura de falta de educación, ausencia de civismo, de urbanidad, de cultura política y de ética en los asuntos públicos. Como por estos días se está hablando de cultura ciudadana, es conveniente que repasemos algunos conceptos.
La formación del “yo social” es consecuencia de la combinación de conocimientos, actitudes, normas y valores. Todos sabemos que la familia es fundamental como agente de socialización temprana de la cultura. En ella vamos adquirir por los hechos observados, experimentados y la repetición cotidiana de comportamientos unas determinadas pautas culturales. Si los padres tienen bajo nivel de estudios y su vida transcurre en el ‘rebusque’ para superar la pobreza, seguramente la formación cívica de los hijos tendrá deficiencias. ‘La imposición dulce’ de la ideología política hegemónica se produce mediante la familiarización de las costumbres de la sociedad. La persuasión de valores mediante discursos deliberados y aleccionadores por parte de líderes cívicos o religiosos es menos efectiva frente a la influencia de la experiencia: el mal ejemplo observado en casa, en el vecindario o las noticias actuales de funcionarios corruptos relacionados con las mafias, los ataques irrespetuosos a la Corte o la ‘Yidispolítica’.
La escuela es otro agente de socialización de la cultura política y ciudadana. En las aulas se enseña participación democrática pero con las prácticas autoritarias de los colegios los estudiantes se forman como seres sumisos. La Ley 115 de 1994 dice: uno de los fines de la educación será el pleno desarrollo de la personalidad dentro de un proceso de formación integral, física, psíquica, intelectual, moral, espiritual, social, afectiva, ética, cívica y demás valores humanos. Muy bonito, pero no se cumple. La Asociación Internacional para la Evaluación de la Educación (IEA) interrogó hace unos años a 90.000 estudiantes de grado octavo de 28 países sobre educación cívica (democracia, ciudadanía y valores políticos), nuestro país ocupó el último lugar.
Los medios de comunicación deberían ser los promotores de los valores cívicos. Sin embargo, en Colombia impulsan la actual tendencia de mentalidad de súbditos en la población (que ironía, The New York Times critica la reelección, examen que poco se hace en el país).
En la radio de la ciudad algunos locutores chapuceros fomentan la falta de urbanidad (la ‘corronchería’). La urbanidad son las formas, los modos, civilizados que los humanos hemos convenido para evitar la violencia. Necesitamos más bacanería, buenos modales, y menos chabacanería.
Conclusión: una campaña de cultura ciudadana debe incluir la disminución de la pobreza, ser gradual y a largo plazo.
Publicado en EL HERALDO

domingo, 17 de agosto de 2008

Caribanía Planetaria, el Caribe del corazón


Festival caribano de Notting Hill, Londres
Por: Hugo González Montalvo
En el mundo actual, donde las diversas culturas del planeta mantienen un contacto permanente a través de la Internet y los medios masivos globalizados, es necesario reflexionar sobre algunos conceptos y, en lo posible, adaptarlos a las nuevas circunstancias. Por ejemplo: la palabra Caribe -circunscrita al territorio de la gran cuenca del Caribe- es insuficiente para referirse a la cultura que allí se generó y que hoy está dispersa por todos los continentes. Es decir, el mapa del territorio físico no coincide con el de la cultura.
Por eso, se plantea la palabra Caribanía para designar adecuadamente a ese territorio espiritual de la cultura que rebasa al Caribe geográfico. El vocablo Caribanía hace entonces referencia a la comunidad y la cultura que se identifica con el estilo de vida propio del Caribe. Incluye, por supuesto, a los actuales habitantes del Caribe y a los que emigraron. Nos referimos preferentemente a las comunidades de caribanos que habitan en ciudades como Miami, New York, New Jersey, Los Ángeles, Toronto, París, Ámsterdam, Londres, Madrid, Barcelona, Roma, Milán, Berlín, etc. En esos lugares, los grupos de ascendencia caribeña conservan, aunque transformadas, partes de sus costumbres.
Festival de Notting Hill, Londres
Los nostálgicos caribanos de la diáspora cuando se reúnen reviven los rasgos esenciales de la cultura ancestral; los valores, la estética, la espiritualidad, las emociones, el sentido de apreciación de la naturaleza, la convivencia festiva, la música. Bailan salsa, juegan dominó, conversan sobre béisbol o evocan las placidas siestas en la lejana playa tropical escuchando en la hamaca a Bob Marley y Hector La Voe. Caribanía, entonces, se encuentra viva, actuante, donde quiera que se halle un individuo o una comunidad autoconstruyéndose en el espíritu extrovertido y expansivo de la cultura del Caribe. Los caribanos y caribanas se declararán planetarios en la medida en que reconozcan que su destino está ligado al de la humanidad entera. Hacemos parte de la multitud planetaria multicultural que lucha por contrarrestar la destrucción de nuestro hábitat natural. La Caribanía con mentalidad planetaria busca integrase, sin desaparecer, en la diversidad cultural contemporánea. Aparece como el espíritu alegre y creativo, que hermanando a los caribanos, despierta simpatía a su alrededor. Se expresa masivamente y con éxito en la industria del disco, del video, del cine, en el arte y la literatura. La cultura caribana es la sal y la pimienta que entusiasma los espíritus de todos que entran en contacto con ella. Recordamos que ese legado caribano, acumulado cultural mestizo, se formó con los aportes sucesivos de los arawaks (llamados siboneyes), de los Taínos, de los osados Caribes, de los españoles, de los ingleses, de los franceses, de los holandeses, de los africanos, de los estadounidenses. Todos llegaron e intervinieron con sus conquistas violentas, su letra, su espada, su guitarra, su piratería, sus plantaciones de caña de azúcar, sus religiones, sus instituciones coloniales, sus tambores, su comercio y sus invasiones. Los colonos europeos veían a la región Caribe como un lugar poco agradable, el calor y humedad les parecían insoportables. Había que enriquecerse y regresar lo más pronto posible a la metrópoli. Por eso teatros y cabarets se propagaban más que colegios o periódicos. Que ironía, hoy, por el contrario, en el primer mundo el Caribe es promocionado como un lugar paradisíaco, óptimo para vacacionar; sus playas, su mayor encanto. Los caribanos sabemos que la mayoría de la población de la región no disfruta de ese supuesto paraíso. Conocemos de la complejidad de la vida social, económica y política de la región. Lidiamos con la fuerza recurrente e incontrolable de los huracanes, con la escasa tradición democrática de las naciones, con las economías siempre en límite de la supervivencia, con el hambre, el racismo, la violencia, el machismo, la exclusión social, las rutas del narcotráfico, con bloqueos, etc. Es el lado negativo de Caribanía, que es resistido por la población que trabaja y estudia con optimismo para superar las dificultades. Ciudades como Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Ciudad de Panamá, La Habana, Santiago de Cuba, San Juan de Puerto Rico, Maracaibo, Caracas, Santo Domingo, Puerto Príncipe, Salvador de Bahía, poseen un existencial horizonte de expectativas muy similar, lo que nos hace recordar la vigencia del parentesco cultural caribano.
Hacemos un llamado a los políticos, los estadistas y empresarios honestos para que se interesen por reconocer la existencia de Caribanía, como una comunidad internacional con un creciente mercado, con gran capacidad de demanda de productos, con características étnicas - alimentos, artesanías, obras artísticas culturales y artículos industriales- que pueden ser abastecidos desde la región. Caribanía como colectividad cultural supranacional es también un factor de cohesión política que nos permitirá alcanzar acuerdos entre Estados de la región con diferentes regímenes e ideologías y así negociar unidos frente otras comunidades de naciones con fuertes vínculos étnicos (europea, musulmana, asiática, etc.). Para muchos, que vivimos con plenitud la fiesta del ahora, Caribanía Planetaria es el Caribe que llevamos en el corazón.
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Publicado en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
Columna de opinión. Página editorial
Martes, 20 de noviembre de 2007.
Nota: La palabra Caribanía, con el sentido propuesto, lo utilicé en 1989 al titular: “República Independiente de Palmas de Caribanía” el medio metraje en video realizado en Barranquilla bajo mi dirección. Contó con la participación de los estudiantes de comunicación social de la Universidad Autónoma del Caribe y el apoyo técnico de la institución educativa .