lunes, 5 de febrero de 2007

Política colombiana: Moderar los discursos.

Las actuales discusiones con tono beligerante entre algunos miembros de la oposición y el Presidente de la República generan inquietudes sobre las posibilidades nefastas de su desenlace. Los motivos de preocupación no son infundados, basta recordar nuestra historia reciente y el presente, cuando la violencia es la encargada de dirimir la supremacía ideológica entre posiciones extremas de la política. A la mayoría de los colombianos se nos quiere obligar a hacer parte de uno de los dos bandos opuestos.Es una costumbre en nuestro país descalificar al otro, “sino estás conmigo eres de los contrarios, eres de los enemigos extremos”. Es decir a los colombianos no se nos quiere dejar espacio para superar los odios. Supuestamente tendríamos que heredar los resentimientos políticos y perpetuar la venganza. Se desconoce a un importante sector de la población que ha adquirido cierta madurez y reclama un cambio en la política colombiana. Pero no es solo un cambio generacional, hemos visto recientemente como han prosperado los delfines políticos, son jóvenes en la edad pero anticuados en sus ideas y costumbres.
Es en estos momentos cuando se hace necesario reflexionar sobre la necesidad de una reforma constitucional para separar la figura del Jefe de Estado (el Presidente) y la del Jefe de Gobierno (el primer ministro). De esta manera los debates políticos podrían desarrollarse sin mayores angustias ni temores. La dignidad del Presidente estaría por fuera de toda discusión, sus poderes institucionales serían controlados e impedidos de cualquier desborde. En cambio el Primer Ministro estaría en debate permanente, su estabilidad dependería de su de-sempeño eficaz y del apoyo de las mayorías parlamentarias. Asimismo el parlamento adquiriría mayor importancia y los partidos y sus bancadas asumirían un rol decisivo en la marcha del Gobierno Nacional.Pero mientras esto sucede, se hace indispensable moderar el discurso entre los contendientes del actual debate político. Es apenas natural, y es bueno que en una democracia se ventilen temas polémicos, es afortunado que se puedan hacer denuncias, pero hay que dejar que sean solo los jueces quienes diriman si se han cometido, o no, delitos en el accionar de los diferentes actores de la política nacional. Al Sistema Judicial el país le reclama prontitud. Sobre todo cuando las partes se acusan mutuamente de haber cometido delitos de lesa humanidad.
Hace poco una señora le decía al Presidente: “tengo un dolor inmenso, un dolor profundo, tengo un hijo en la guerrilla y el otro es paramilitar”. Es ese el dolor de toda Colombia. Vemos como nos desangramos en una guerra fratricida. Por eso es, cuando las heridas están abiertas y los diálogos se tornan imposibles, que se hace urgente la mediación de las Naciones Unidas. No debemos seguir asumiendo como normal algo que a todas luces es una situación que atenta contra el futuro de las próximas generaciones.
Los colombianos debemos encontrar la forma de encausar nuestras mejores energías en nuevas fuerza políticas nacionales que interpreten a personas que no se dejan encasillar en ninguno de los extremos políticos. Es indispensable que aparezca un centro equilibrado, una centro-derecha y/o una centroizquierda, para apaciguar el ánimo belicista histórico que nos tiene sumido en un callejón sin salida. Sabemos que las organizaciones políticas no surgen de la nada, por eso un centro político es factible con las actuales organizaciones sociales y políticas existentes. Mientras tengamos la posibilidad de la reflexión serena habrá esperanzas. La posibilidad es la ilusión que nos anima.
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Columna de opinión publicada en la página editorial del diario El Heraldo de Barranquilla.
http://www.elheraldo.com.co/hoy070211/editorial/noti6.htm

1 comentario:

Eche, yo. dijo...

No se aleja nada de la realidad. Para bien o para mal, es una condena ésta condena a la elección, la elección de un bando, el tomar la difícil posición neutral, no hace sino convertirnos en enemigos de todos, para lo único que los bandos se alianzan. Qué contradicción.