lunes, 18 de junio de 2007

¡Memes perversos! La manipulación invisible.

Sabemos que somos máquinas vivientes, resultado de la selección natural de los genes. Somos “vehículos autómatas”, vida que se produce a sí misma. Pero no somos totalmente conscientes que obedecemos a los memes. Los memes son unidades mínimas de información cultural. El meme es un dispositivo cultural que habita nuestro cerebro y que se transfiere por imitación a otros cerebros. Un replicador es algo que se copia a sí mismo. El meme es un replicador, un gen mental. La cultura es un patrón de información contagioso; una consecuencia de la selección natural de las ideas. Esta teoría, debatida en escenarios académicos, es sustentada, entre otros científicos, por Richard Dawkins.
Según sus postulados, los memes son virus mentales que pasan de cerebro a cerebro. El lugar del contagio es la comunicación. Se reproducen por imitación, enseñanza, propaganda; por divulgación de los medios masivos de comunicación, hasta por conversaciones entre amigos. Hábitos, habilidades, canciones, historias, eslóganes, melodías, proverbios, modas, ideas políticas, creencias religiosas, chismes, son ejemplos de memes.
Es conocido que somos poseídos por nuestras propias ideas. Los memes se refugian en el ‘yo’. Están seguros dentro de nuestras mentes. Somos conducidos por conglomerados temporales de ideas que están en nuestra cabeza. Somos anfitriones inconscientes, animales infectados por memes. Somos el producto de los genes y los memes.
Los niños son inmunodeficientes a los memes, estos virus culturales no encuentran en sus mentes ninguna resistencia. Desde entonces, los memes empiezan a darnos órdenes. A decirnos cómo debemos comportarnos.
Después buscamos respuestas a problemas profundos y perturbadores sobre la existencia y encontramos placebos existenciales, superficialmente plausibles, como la religión. El meme “en algo hay que creer” facilita la infección de los memes “miedo al infierno” y “vida eterna en el cielo”. Las ideas, y las instituciones que las encarnan, influyen en la manera como las personas perciben sus intereses. Inclusive, los memes del discurso dominante son tan poderosos que predisponen a las personas para que, irreflexivas, tomen decisiones contrarias a sus propios intereses. El poder sabe utilizar el poder de los memes.
Si aplicamos la anterior teoría en nuestro entorno político, social y cultural, encontramos ejemplos de memes; ingenuos algunos, otros perversos, verdaderas falacias institucionalizadas:
“Dime, ¿y yo qué podía hacer?, “el destino lo quiso así”, “si todo el mundo lo hace”, “come callao”, “no seas sapo”, “¡aja! ¿cómo voy yo ahí?”, “Yo sólo cumplo órdenes”,”¡lo hago porque me da la gana!”, “hagamos un sacrificio por la patria”, “los costeños son unos flojos”, “el recorte de las trasferencias no refuerza el centralismo”, “vamos a erradicar la pobreza”,”el mejor vividero del mundo”,”estamos combatiendo la corrupción”,”vamos a crear más empleo”,”el gasto público disminuye la inequidad”, “se creará una comisión para estudiar el problema”, “se va a realizar una exhaustiva investigación”, “si Dios quiere”, “el país va mal, pero la economía va bien”, “son razones de Estado”, “las cosas siempre han sido así”, “era la piragua de Guillermo Cubillo”,”millones de personas lo apoyan. Tantos no pueden equivocarse”, “es bueno para los pobres mantener los aranceles de los alimentos altos”, “entonces, ¿estás conmigo o contra mí?”, “déjate de vainas, son sólo daños colaterales”, “debemos sacar a la población civil del conflicto”, “con la pollera colorá, colorá”, “debemos humanizar la guerra”, “¡eso no quedará impune!”, “los caminos de Dios son inescrutables”,”la luna de Barranquilla tiene una cosa que maravilla”, “la voz del pueblo es la voz de Dios”, “Junior, tu papá”, “la culpa es de los cachacos, del centralismo”, “vivimos en una democracia”, “te voy a hacer una casa en el aire”, “sumercé”, y la lista usted la continúa. Si nuestros componentes mentales son susceptibles de ser cambiados y si orientamos nuestra vida con responsabilidad, podríamos escoger a un meme libertario, a un meme desinfectante, a un meme devorador de memes siniestros, a un triturador de memes perjudiciales. Ese meme podría desmantelar a los memes nefastos de nuestra mente; desarraigar todas las creencias y encontrar alternativas. Para muchos ese meme es la ciencia. A la ciencia le compete el deber de liberarnos.
Este artículo le pudo haber infectado algunos memes.
Publicado en El Heraldo

lunes, 4 de junio de 2007

Los colombianos: ¿Somos normópatas?

Pareciera que la norma en nuestro país es: cuando suceden hechos perjudiciales para la vida social, sus autores no responden por sus actos, no sufren ninguna consecuencia. Nada cambia. Nada se altera. Esta situación tan compleja es difícil de explicar.
Se podría decir que como nuestra población está hastiada de la guerra, es vulnerable a las ilusiones de soluciones bélicas a corto plazo. Al eludir los diálogos, nuestra democracia mediática solo ofrece la paz que sobrevenga de la ofensiva militar sobre la insurgencia armada. Quien no apoye esta política podría ser considerado traidor. Como esa paz supuestamente traerá riqueza para todos, al líder se le perdona todo. Mientras esto se logra, se solicita que nos conformemos con la pobreza que genera la guerra. Como la pobreza genera más guerra, estamos cruelmente atrapados en un círculo perverso.
También podemos señalar la interconexión de múltiples factores desencadenantes. Por ejemplo: Se recurre a la emoción más que a la reflexión. Cuando el poder no tiene más argumentos racionales para justificar la crisis acude a Dios, solicita su protección divina. Se aprovecha de la creencia generaliza en su bondad para tranquilizar a los ciudadanos, que confían que Dios iluminará al mandatario en sus decisiones.
Los sectores subordinados tienen escasa presencia en la vida pública debido al debilitamiento violento de su representación cívica.

La lógica de la industria cultural refuerza las tradiciones que aceptan la sumisión al poder hegemónico del capital industrial y financiero.
Una pequeña minoría concentra el conocimiento necesario para el control social de toda la población.
Los ciudadanos realizan, inconscientes, las directrices impuestas sutilmente por el poder comunicacional de los medios masivos. Las encuestas comprueban el éxito de la maniobra.
La satisfacción política de la población se ha conseguido con la vasta difusión de ideas conformistas, atribuyéndoles logros prestigiosos a los agentes mesiánicos que las encarnan.
El éxito de los violentos ha desacreditado la lucha política institucionalizada. Se desconoce abiertamente el derecho del otro a pensar y vivir de forma diferente.
La mayoría de la población sólo posee una cultura política parroquial. Se concentra en la satisfacción de sus necesidades prioritarias, descuida los valores de pertenencia al grupo.
Son incontables los ciudadanos que atemorizados rechazan cualquier propuesta de transformación radical, se aferran a la defensa del orden existente. Ocultan su propia incapacidad para impulsar el cambio. Poseen una cultura política de súbditos.
Se acrecienta una cultura de ‘amor por lo muerto’, tanatofilia. A los tanatófilos les fastidia la energía impredecible de lo vivo. Les gusta lo disciplinado, lo previsible, lo mecánico y lo controlable. Tienen poca afinidad hacia los seres vivos.


El poder le solicita a la mayoría “un doloroso y necesario sacrificio”. Su esperanza, su felicidad futura, estaría fundamentada en el ahora de seguridad económica de la minoría potentada.
Desarmados teóricamente, muchos voceros de la oposición han renunciado a cualquier crítica frontal al fetichismo del mercado.

Los intelectuales primero se desentendieron de la economía, después huyeron de la política. Ahora están cómodos haciendo parte de la cultura de masas. Con logos y emblemas de las transnacionales son vedettes rentables en el marketing farandulero.

Se pregona la libertad con la condición de no usarla. La igualdad se ofrece solo en el pensamiento único.
Son numerosos los empleados, humillados, amenazados con el despido. Sufren el acoso moral, el psicoterrorismo institucional. Son forzados al silencio deliberado.
Si la mayoría es indiferente, la indiferencia se convierte en un ‘deber ciudadano’. Se ha internalizado la aceptación de la injusticia.
Muchos colombianos poseen ‘personalidades sobreadaptadas’, viven una normalidad aparente. Se ven obligados a comportarse de manera normal frente al desconcierto actual. El estado patológico se comprende como la presencia de otras normas, no como la ausencia de normas. A la normalidad patológica se le llama normopatía. Si juzgamos por los últimos acontecimientos y las encuestas ¿podríamos sospechar que un crecido número de compatriotas están padeciendo de normopatía?. Si los normópatas jamás toman posturas independientes, si tienden a colmar su vacío interno con rígidas normativas externas ¿es valido pensar que son innumerables los colombianos normópatas?

Publicado en El Heraldo

http://www.elheraldo.com.co/hoy070604/editorial/noti7.htm