Por HUGO GONZÁLEZ MONTALVO
Pasaron los años, los amigos se amañaron en sus papeles, se volvieron disfraces tradicionales del carnaval. En el 2008 participaron nuevamente, ahora improvisaban lo siguiente: Guerrerista: Yo marcho en contra de esos terroristas. En contra —con gesto de orador— de esos crueles asesinos y secuestradores.
Ciudadano:Yo no marcho en contra de ninguno, yo marcho a favor de la paz. Para que ustedes se reconcilien.
Guerrerista: Ciudadano, tú, de nuevo con pendejadas -—totalmente ofendido.
Subversivo: Sí, ciudadano, eres un vende patria. Un cobarde, dándole el lado a los corruptos. ¿No ves que esos son lobos vestidos de ovejas?
Guerrerista: Pienso que la Íngrid se autosecuestró… sí… para aparecer luego como víctima y de nuevo lanzarse como candidata.
Subversivo: Oye guerrerista, ¿qué es lo que estás pensando? La Íngrid representa a la oligarquía. Ustedes son unos desgraciados, la han abandonado.
Ciudadano: ¡Hey! Más respeto, recuerden que estamos hablando de un ser humano. ¡Libérenla!
Guerrerista: Yo no me creo ese cuento de la Clara y de la Consuelo... bien arregladitas y de besitos con esos malhechores...
Ciudadano: ¡Cállense! ¡Insensibles! Para ustedes la dignidad de las víctimas no existe.
Estamos en el 2018, los tres amigos, ya setentones, confiesan que nunca pensaron que su caricatura les iba a durar tanto. Ya no les causa tanta gracia, están fastidiados. Sin embargo, deciden participar del desfile carnavalero. Ahora, en su representación callejera se les escucha decir lo siguiente:
Ciudadano: ¡Oigan! Les repito, busquen mediación, diálogos, paz.
Guerrerista: ¿Otra vez tú con tus idioteces?, ¿no ves que les estamos ganando? Recuerda, la dignidad y el orgullo por encima de cualquier cosa —con grandilocuencia.
Subversivo: ¿Que nos van ganando? Ja, ja… ni de vainas, aunque diezmados, noso-tros seguimos peleando.
Ciudadano: Oigan, paren. En serio, paren —visiblemente agotado—. Yo ya no sigo con este cuento. Yo mejor los dejo solos, ustedes están locos.
Se detienen, se sientan a descansar en un bordillo. Con los disfraces desabotonados, conversan relajados. Reconocen decepcionados que, después de todo, su pretendida comedia no fue otra cosa que una desgracia, una maldita tragedia. Hasta hoy, 28 de enero de 2020, la guerra en Colombia continúa; de los tres amigos nada se volvió a saber.
Columna de opinión publicada en El HERALDO
El licor sirve de excusa para hacer el ridículo sin la pesada consecuencia de pasar la vergüenza. Los ritmos auténticos buscan desesperadamente parecerse a los extranjeros. El hambre se disfraza de opulencia para alimentarse del prestigio de la falsa apariencia.

Las comparsas marchan rigurosamente disciplinadas en la fiesta del desorden vital. Transitan vestidas de manera uniforme donde se supone que es el espacio y el momento de la exuberancia de la creatividad, de la estética sin límites, de la imaginación libertaria. Se impone la repetición como norma, la diversidad acata sumisa las premisas de la coreografía de la reiteración. El control como condición. La libertad como señuelo para el consumo.
En cambio, el humor, que no es para reírse, hay que tenerlo alejado, la sonrisa inteligente es casi subversiva. Al final, las páginas judiciales dirán si fue exitoso el festejo. Mi hambre continuará saciándose con los éxitos del amado equipo de fútbol. Le seguiré creyendo al politiquero, entiendo que si él es un mentiroso, yo también lo soy; así que siga el Carnaval. En últimas, siempre estará sonando en la radio ‘El ñato que mama ron’, los equipos de sonido seguirán haciendo ruido en toda la cuadra y proseguirá la negligencia deliberada de los burócratas.






¿Qué es beligerancia? Reconocer a alguien la importancia suficiente para contender con él. Para que un grupo insurgente pueda ser reconocido como beligerante tiene que cumplir con exigentes requisitos del Derecho Internacional.Entonces, con la brevedad propia de una columna, podemos decir que las guerrillas son grupos insurgentes que, expresando una motivación política, se han declarado y actuado en rebelión contra el Estado colombiano. Son delincuentes que realizan acciones terroristas y secuestros. Reconocerles la condición de insurgentes a las guerrillas no elimina la calificación de terroristas. El Estado colombiano si de verdad tiene la voluntad de terminar el conflicto por la vía negociada tendrá que aceptar que conversará con insurgentes que han realizado actos terroristas. No puede ser de otra manera. Lo anterior no quiere decir que quien analiza serenamente y califica la condición del sublevado esté de acuerdo con sus acciones u opiniones.
Las personas que por algún motivo profundo guardan en su corazón resentimientos, deseos de venganza o que tienen ciertos intereses económicos en juego, seguramente tratarán de sabotear cualquier intento de promoción del acuerdo humanitario. Insistirán con los inamovibles: “Con los terroristas, ni hablar. Continuemos con la guerra. ¿Las personas secuestradas?... de malas”. Según esta visión insensible el año 2008 finalizará con una situación similar o peor en materia de conflicto armado. 
