Los acontecimientos recientes, en donde tantos e importantes funcionarios del Estado se han visto involucrados en delitos de diversa clase, es posible que afecten la credibilidad y la legitimidad de las instituciones del país. Como las acusaciones provienen de los jueces y fiscales resulta sorprendente escuchar decir que esta situación de gravedad absoluta es culpa de una prensa poco solidaria con el establecimiento o que son simples calumnias de la oposición. También que los procesados solo son víctimas del narcotráfico, de la guerrilla, de la ausencia del Estado; que apenas estaban defendiendo la institucionalidad de un ataque enemigo. En últimas, que los otros, los apátridas, son peores. A juzgar por las pocas reacciones, parece ser que la población colombiana considerara normal la situación. Una explicación podría ser que la estrategia de los implicados, al crear ‘golpes de opinión’, ha resultado muy efectiva y lograron que los colombianos desviaran su atención.
El ciudadano al estar sometido a un inclemente bombardeo de información superflua le es difícil concentrarse en los acontecimientos económicos y políticos relevantes, cuando son ellos los que precisamente inciden mayormente en la vida de una sociedad. Las instancias del poder lo saben y, como otro mecanismo más de dominación, mantienen entretenida a la población. Cada vez que hay amagos de una crisis se acude al ardid de ocultarlo con una información nueva, impactante, polémica, que cubra la noticia perturbadora. Los colombianos lo hemos visto durante decenios. Esta estratagema es llamada comúnmente ‘cortina de humo’ y funciona a la perfección. Se fabrica la noticia con actos de habla oficial, ‘matrices de opinión’. Para ello el impulsor cuenta con la ayuda de los medios que, en forma inconsciente o consciente, colaboran para esconder un hecho grave con la euforia de un acontecimiento intrascendente. La falta de vivienda, salud, nutrición, seguridad, educación para buena parte de la población se oculta con discusiones o encuestas baladíes.
Las ‘cortinas de humo’ esconden absurdos, contradicciones. Los partidos involucrados en los hechos no asumen su responsabilidad política, argumentan que la responsabilidad es personal. Cuando un funcionario no cumple con su deber político dicen que el culpable es el Estado. O por el contrario, cuando se descubre que el culpable es el Estado, por su injusta o deficiente estructura, le atribuyen la responsabilidad al funcionario. De esa manera, se aplaza la necesaria y correspondiente reforma al Estado. Esperemos que los partidos asuman su responsabilidad al escoger sus candidatos para las próximas elecciones con la solvencia moral que se requiere para afrontar estos difíciles momentos de la vida nacional.
Es importante que recordemos que la realidad social es construida por la interacción de las voluntades de todos los ciudadanos. Solo cuando asumimos la responsabilidad de pensar sobre el valor y la pertinencia de la realidad, entendida como coyuntura histórica, podemos encontrar el sentido de su transcurrir y la posibilidad de cambiarla.
La pregunta que nos podríamos hacer es: ¿De aquí a las elecciones, sí habrá tiempo para que se desvanezcan en el aire tantas ‘cortinas de humo’?
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