
Por Hugo González Montalvo
Solamente la vida de los que dejaron de existir puede ser juzgada de manera definitiva. Si hicieron el mal, ya no podrán repararlo. Y si actuaron “a lo bien”, su imagen de seres humanos justos no podrá ser desdibujada con, sorprendentes y emergentes, actuaciones deleznables. Sabemos lo difícil que es mantener a lo largo de nuestras vidas una actitud respetuosa y digna, la propensión a dejarnos llevar por las prácticas egoístas es la norma aceptada por la sociedad, que exalta el consumo superfluo como el valor supremo a conseguir.




Tendremos confianza en poder desarrollar en el planeta Tierra la idea de Dios; un dios realización, consecuencia biológica-cultural de la bondad humana, del altruismo recíproco, del amor maternal, fraternal y paternal. De esta manera, la humanidad obviaría la pretenciosa discusión de su origen (¿natural o divino?), sabiendo lo insondable del misterio y, probablemente, de su insolubilidad.

Si la muerte es no ser, no estar en ningún lugar, y la vida es ser, estar aquí y ahora, entonces al nacer vencemos a la muerte. La vida es la victoria de una organización, un orden que resiste la tendencia al caos. Vamos en contravía, tratando de subir por una escalera mecánica que baja de manera inexorable.

Orientar las conductas es una función de la información, con ella contrarrestamos las corrientes entrópicas que nos erosionan sin cesar. Con el acumulado de información cultural de toda la historia humana y la información biológica en nuestros genes, hemos aprendido a resistir y resolver la dificultad del existir durante nuestro ciclo vital. Sin embargo, cuando morimos acontece la fragmentación, a la vez que la integración, la llaman: fragmengración. Nos disolvemos orgánicamente para integrarnos para siempre en el todo cósmico.


Hugo Emilio González Santiago -Emilio del Puerto.

1 comentario:
Falta más que valentía para escribir del padre que se fue amando, como creo se marcho Emilio del Puerto. Hace falta una profunda convicción de que precisamente con la escritura se le honra y a la vez se hace una honesta catarsis porque estas palabras que hablan bien del que se fue, no buscan destacar valores falsos que en vida tuviera Emilio del Puerto, sino que su esencia humana del bien, esta viva en sus hijos.
Publicar un comentario