lunes, 5 de octubre de 2009

Colombia, país verosímil

Por: Hugo González Montalvo.
A las narraciones fantásticas que nos encantan sólo les exigimos que sean verosímiles. Es decir, no que sean verdad sino que se parezcan (similares) a la verdad (vero). Si la literatura fantástica es inverosímil pierde su encanto. En cambio, para poder sobrevivir con certeza en el mundo real, esperamos que las construcciones verbales con las que interactuamos correspondan, lo más fiel posible, a lo comprobable, a lo tangible. Esta exigencia es mayor cuando incursionamos en las ciencias, el mundo académico en general. Tal parece que hoy estamos ampliando las interacciones con la fantasía y reduciendo los contactos con el conocimiento proveniente de las ciencias. La anterior aseveración la expreso, después de hacer un recorrido rápido por el dial del receptor de radio o por varios canales de televisión. Es ofensivo para nuestra inteligencia, individual y colectiva, que de la manera más descarada todavía en pleno siglo XXI se continúen ofreciendo servicios que nos aseguren saber nuestro destino leyendo piedras, cartas, las estrellas, etc.; que se ofrezcan productos y tratamiento que curen de manera milagrosa enfermedades. Es grosero que a nombre de Dios, la Virgen o de todos los santos se nos ofrezca la salvación eterna si contribuimos, con dinero o bienes, a que crezca el patrimonio de algún hábil comunicador mediático con ínfulas de profeta.
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El encanto de lo verosímil (lo fantástico) es más efectivo cuando de la política se trata. En los medios masivos colombianos “expertos imparciales” recurren a los más descabellados argumentos cuando defienden a los gobernantes o cuando esconden algún interés económico particular en el tema que públicamente se debata en el momento. Algunos ejemplos. Se magnifican las mayorías internas y se burlan de los argumentos de las minorías de oposición. Se dice que la voz mayoritaria es la expresión de la sabiduría de Dios. En cambio, en Unasur, donde Colombia parece va en contravía de los intereses colectivos de la región, la voz mayoritaria es entonces nociva: la expresión de los demonios vecinos. ¿Qué podrán argumentar ahora los famosos “expertos” cuando el presidente Lugo de Paraguay decide vetar el ingreso a su país de una misión dirigida por militares de EE.UU. debido a que “hay un nuevo escenario en la región en términos de defensa, seguridad y soberanía" y por que "está muy cuestionada" la utilización de "unas bases colombianas”?
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Cuando la Corte Suprema declara que “la terna de candidatos a Fiscal General no es viable para votarla” uno espera coherencia del gobierno y de los postulados. De los postulados uno esperaría que renuncien. Ninguno de ellos podría aspirar a ser elegido sin portar un manto de dudas sobre su idoneidad. El gobierno debería pensar que el orgullo o la prepotencia no pueden ser suficientes razones frente a los magistrados de la Corte, que no son propiamente sus súbditos, y postular una nueva terna. El país se merece que estos asuntos trascendentales sean tratados con mayor sensatez. Tanto los medios como el gobierno deben recordar que no todos los colombianos consideran verosímiles sus discursos, aunque se sigan emitiendo con tanto entusiasmo para un supuesto país de ingenuos que se alimenta de sus fantasías mediáticas.
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Publicado en EL HERALDO

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