Editorial, miércoles, 12 de septiembre de 2007
Álvaro Uribe levantó un tierrero cuando dijo en un discurso la semana pasada que el país no debería elegir en 2010 a un presidente que representara a la “social bacanería”, sino uno con mano dura. Aludió dos veces en el mismo día a su ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias (“Uribito), dando a entender que encajaba en el perfil que debería tener su sucesor.
Lo dicho no pasó desapercibido entre los seguidores de Uribe, donde hay varios aspirantes a la Presidencia para 2010: Martha Lucía Ramírez, Sabas Pretelt de La Vega, Carlos Holguín Sardi y Germán Vargas Lleras, entre otros. Algunos hicieron comentarios quitándole peso a la hipótesis de la sucesión de Arias, pero no dudamos de que todos tomaran en serio la intención de dejar la “maizocracia” atrincherada en el Palacio de Nariño.
Al principio se pensó que la social bacanería era una referencia directa a la izquierda colombiana representada por el Polo Democrático Alternativo (PDA), pero el Gobierno aclaró rápidamente que se refería a los señoritos bogotanos del circuito de cocteles y fiestas. Aunque el Presidente no lo dijo directamente, su comentario parecía un tiro directo contra cierto ex presidente, caricaturizado dentro del gobierno de Uribe y en buena parte del país como la quintaesencia de la liviandad.
El temperamento de Uribe es opuesto al talante de la social bacanería como él la describe y que le causa repulsión a su alma montañera sujeta a la ética del trabajo de Mon y Velarde, el oidor mítico de la Colonia que castigó el ocio en Antioquia con postulados quizá más severos que los del propio calvinismo.
En los comentarios del Presidente hay un repudio repetitivo a los chicos “light” de la capital, cuya vanidad y apego a la moda podrían ser poco viriles en los laberintos del Uribe montaraz que aflora de cuando en cuando, quien ha dicho con orgullo que nunca ha usado blue jeans, el atuendo gringo típico e informal que se universalizó junto con la goma de mascar y el rock and roll.
La bacanería también tiene una vertiente fuerte en la Costa Caribe. La expresión se regó por América Latina gracias al lunfardo de los tangos, según Hugo Rafael González Montalvo, quien dice en el blog Opinión Caribe que en este litoral “la palabra se relacionó con la celebración de la vida, la música, el baile, las fiestas populares. Y ahora (...) se expande alegre por el espacio cibernético con un sentido de goce íntimo, un sentido biológico planetario de amistad, cooperación y solidaridad social”.
Ojalá que este tipo de bacanería caribe y social no sea también objeto de algún repudio desde el Palacio de Nariño, donde coinciden los dados cargados del poder con los “compromisos del alma”, como llama el Presidente a sus aspiraciones regionales legítimas para una Antioquia con puerto en el Caribe.
Además de ir a toda marcha en contra de los intereses también legítimos de las ciudades portuarias de la Costa Caribe no antioqueña, en el Palacio de Nariño parecen tener la intención de convertir las elecciones presidenciales de 2010 en una carrera de relevos para que el bastón de mando siga en casa.
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