martes, 17 de junio de 2008

Leyenda del Caribe: DE CÓMO EL JOVEN SAÚL SE CONVIRTIÓ EN EL HOMBRE CAIMÁN*


Evas sin hojas de parra se bañaban en el río.

I
En la población ribereña de Plato, unas adolescentes se estaban bañando en las aguas del Magdalena y abstraídas hablaban de amores. Pero quedaron en el colmo del asombro cuando vieron que en las marañas que flotaban en la corriente se asomaba la cara de un hombre buen mozo que las miraba. Se asustaron al observar que esa cara al parecer, se movía en el aire. Y cuando se escondía, se dieron cuenta que era un monstruo porque su cuerpo era el de un caimán. Entonces una de las jóvenes se desmayó.
Todo esto ocurría cuando la virginidad prenupcial estaba de moda…, y las muchachas en una intocable desnudez paradisíaca, cruzaban desde un cálido follaje a las frescas agua del río…

Que a las personas se les dé por mirar a escondidas, a santo tapado, a otras del sexo opuesto en paños menores o mejor, sin éstos, ha ocurrido siempre y no es de extrañar. Pero que un fantasmón, como decía la gente, en forma descarada también lo hiciera, para algunos era ridículo o, en el mejor de los casos, lo tomaban como una mamadera de gallo.

II

Sin embargo unos meses atrás…, era de común ocurrencia que un joven llamado Saúl Montenegro con una obsesión morbosa, pasara el tiempo tras unos matorrales mirando y volviendo a mirar a las evas sin hojas de parra que se bañaban en el río... ¡Pero parece que no le bastaba! Quería verlas bien cerca, palparlas con los ojos.
Buscando una solución que lo complaciera, partió para la misteriosa Guajira. Visitó rancherías. Saltando charcas de sal, se topó con un curtido brujo, un transformista que en noches de lunas propiciatorias, él, su mujer e hijo, transformados en un trío de flamencos, volaban sobre espacios solitarios para otear sus manadas de chivos.
Después vimos a Saúl regresar alegre a su terruño. Y siguiendo instrucciones recibidas del brujo, se regaba encima un líquido que lo volvía caimán para hacer de las suyas fisgoneando a las bañistas en el río. Estaba contento y nadie sospechaba de sus pilatunas…Y tantas veces Saúl se había transformado en caimán, que ya estaba familiarizado con esa práctica.

III
Esta vez, sin embargo, cuando regresaba de sus recreaciones visuales, haciendo piruetas en el agua, quiso jugarse con Ambrosio, su amigo de la época del colegio, que lo estaba esperando con un segundo líquido, éste imprescindible para devolverlo a su estado normal de hombre. Y el Saúl-caimán, para cumplir el propósito de su juego, salió disparado del agua para tratar de abrazar en son de broma a su compinche. Pero a éste le pareció ver no al falso caimán sino “un caimán de verdá verdá” que se le encimaba… El amigo comenzó a temblar de pánico y el segundo líquido se le salió de las manos.. Toda esta mixtura se derramó ¡únicamente en la cabeza de su amigo- caimán! De nada valieron sus gritos de desesperación: “¡Qué desdicha! ¡No se puede hacer nada! ¡Qué pesadilla!”
De inmediato sucedió lo indeseado. Saúl se convirtió en un engendro: cabeza y rostro se revirtieron, eran las de Saúl: podía sentir y razonar como ser humano; no así, del cuello para abajo siguió en su condición de horrible saurio, que para colmo era parte de él mismo… Se había transformado en el Hombre Caimán. El apesadumbrado Ambrosio, su amigo de siempre, sintiéndose en parte culpable fue a buscar al brujo que le vendió la quimera, pero nunca regresó.

IV

La vida para Saúl no fue nada agradable. Pero poco a poco, de la caída de su anterior estado normal a otro permanente de horrible aspecto, él se fue superando anímicamente… Hasta el punto de volver a las andadas. Y a su riesgo y ventura una y otra vez salía a atisbar a las adolescentes bañistas. Pero resulta que últimamente lo estaban sorprendiendo….:

— ¡Lo vi., lo vi!
— ¡Ahí está! Ahí está.
—La cara es hermosa.
—Debe ser peligroso.

Las que así chillaban, salían corriendo a la playa pidiendo ayuda. Y decían que: “la cara del hombre que vimos ahora es la misma que tenía el caimán la vez pasada. Sí, lo acabamos de ver otra vez. Es él”.
Cada vez que alguien gritaba: “allí está el hombre-caimán”, todos salían armados de palos y valor para perseguirlo. Pero al parecer Saúl, el Hombre Caimán no aparecía o se les escapaba.
V
La noticia de que hay un “caimán con cara de ser humano” va corriendo río arriba y río abajo., cada vez más lejos. Al final… “¡El Hombre Caimán se va! Se va el caimán, se va para Barranquilla” como reza la canción alusiva y jacarandosa; que, como mermelada sobre hojaldre, se derrama en todos los bailes y por todas partes.
Algunos habitantes de la región aseguran que en el absorbente carnaval de Barranquilla han tomado rones con el Hombre Caimán. Que éste se aprovecha de su estado de disfraz permanente para bailotear con otros disfraces reales de caimán, confundido entre ellos, hasta el amanecer.


Hugo Emilio González Santiago
*Del libro: Caribanía. Fiestas, leyendas y personajes fantásticos del Caribe colombiano de Emilio del Puerto.

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