
Por HUGO GONZÁLEZ MONTALVO.
Cuando públicamente se dilucida un problema contemporáneo es común escuchar, como argumento, frases efectistas de la tradición literaria, o de los libros “sagrados”. Son manifestaciones simples de ideologías, modas y prejuicios. En el ámbito científico sólo es fiable, y de manera provisional, el conocimiento que surge de un cuerpo de prácticas, un método avalado por la comunidad científica. Por lo general este conocimiento le es extraño al intelectual tradicional.
Hoy es casi imposible opinar con coherencia sobre temas como la crisis ecológica, la defensa de la biodiversidad o la ética medioambiental sin conocer la entropía, la biología molecular o la teoría sintética de la evolución. Es frecuente que personajes en la radio o en la televisión lancen juicios sobre cuestiones trascendentales para la comunidad sin una adecuada información sobre temas como las redes neuronales, los fractales, los sistemas complejos adaptativos, el equilibrio puntuado, la lógica borrosa o la epigenética.

Es más, editores de periódicos y revistas prestigiosas todavía permanecen anclados en conceptos que no se compadecen con la actual evolución del pensamiento. Se sabe que en el mundo académico conviven, pero aun separados por reciprocas ignorancias, una cultura tradicional humanística y otra exclusivamente científica. Es por eso que desde hace un tiempo se plantea la necesidad de una “tercera cultura” que fomentaría el surgimiento de científicos con formación humanística y humanistas con fundada información científica, capaces de afrontar los actuales retos que plantea la supervivencia de la especie.


Publicado en EL HERALDO
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