lunes, 1 de diciembre de 2008

Lejos de la “Tercera Cultura”. Aceptación social de la explotación de la ignorancia y la esperanza. Columna de opinión para EL HERALDO, diario de Barranquilla, Colombia.


Por HUGO GONZÁLEZ  MONTALVO.
Cuando públicamente se dilucida un problema contemporáneo es común escuchar, como argumento, frases efectistas de la tradición literaria, o de los libros “sagrados”. Son manifestaciones simples de ideologías, modas y prejuicios. En el ámbito científico sólo es fiable, y de manera provisional, el conocimiento que surge de un cuerpo de prácticas, un método avalado por la comunidad científica. Por lo general este conocimiento le es extraño al intelectual tradicional.

Hoy es casi imposible opinar con coherencia sobre temas como la crisis ecológica, la defensa de la biodiversidad o la ética medioambiental sin conocer la entropía, la biología molecular o la teoría sintética de la evolución. Es frecuente que personajes en la radio o en la televisión lancen juicios sobre cuestiones trascendentales para la comunidad sin una adecuada información sobre temas como las redes neuronales, los fractales, los sistemas complejos adaptativos, el equilibrio puntuado, la lógica borrosa o la epigenética.
Es más, editores de periódicos y revistas prestigiosas todavía permanecen anclados en conceptos que no se compadecen con la actual evolución del pensamiento. Se sabe que en el mundo académico conviven, pero aun separados por reciprocas ignorancias, una cultura tradicional humanística y otra exclusivamente científica. Es por eso que desde hace un tiempo se plantea la necesidad de una “tercera cultura” que fomentaría el surgimiento de científicos con formación humanística y humanistas con fundada información científica, capaces de afrontar los actuales retos que plantea la supervivencia de la especie.
En nuestro medio es aun más difícil lograr ésta pretendida “tercera cultura”, la población se sigue guiando por horóscopos, cartas astrales, supercherías, “libros sagrados”. En la radio y televisión pululan “profetas”, “maestros”, “profesores”, lideres religiosos, guías fundamentalistas que con discursos frenéticos, con alocadas arengas forman una algarabía ridícula y prosaica.Personas incautas o desesperadas por los problemas cotidianos y ante la perspectiva de unas terribles torturas en el infierno se dejan atrapar con las fáciles promesas de vida eterna en el cielo, o lo que es más efectivo, sacarlas de la enfermedad y de la pobreza. De la manera más ingenua regalan parte del producto de su trabajo a miembros de unas especies de “Pirámides celestiales”, engordando sus cuerpos y sus arcas, bien terrenales. Como es remota la posibilidad de que la población reaccione ante esta sofisticada estafa, nos tocara ser testigos de la legalidad y aceptación social de la explotación de la ignorancia y de la esperanza.
Publicado en EL HERALDO

lunes, 17 de noviembre de 2008

La pirámides y la Colombia sensata

Por Hugo González M.
Sobre las motivaciones de las conductas humanas desde siempre se han lanzado diferentes hipótesis. De acuerdo con éstas, tomamos decisiones y esperamos que los otros actúen de determinada manera. Sabemos que como seres vivos estamos fuertemente motivados por el instinto de supervivencia, que nuestros genes conforman la fuerza poderosa que nos impulsa a escoger el placer y alejarnos del sufrimiento. Hay una memoria del dolor que escoge aquello que nos es más placentero. Existen motivos egoístas en las conductas de los humanos pero también impulsos altruistas que nos guían en la convivencia social.
Es decir, en un momento dado, tenemos que decidir entre lo que nos conviene y lo que nos perjudica. Es ahí donde surgen los conceptos de lo bueno y lo malo. Conceptos que se han aplicado a través de la historia de acuerdo con las conveniencias individuales, las concepciones culturales y las necesidades económicas de los pueblos. Para justificar conductas motivadas por el miedo, el hambre, el deseo sexual, el odio, la codicia o la ingratitud hemos descargado nuestras responsabilidades a las fuerzas mágicas y misteriosas de la naturaleza, al destino marcado por las estrellas o a la voluntad de un ser supraterrenal. No reconocemos, por falta de conciencia, que en el origen de nuestras decisiones, muchas veces, hay un fogonazo interior, intuitivo, que vence la lógica más aplastante. Lo anterior lo traigo a colación por la conocida crisis social que han representado las famosas pirámides. Es de suponer que debemos tener en asuntos como la administración de los pequeños recursos monetarios domésticos sumo cuidado, astucia en la planificación. Saber, por experiencia, que ofertas de exorbitantes ganancias en poco tiempo son sospechosas. Sin embargo, los ingenuos, los incautos siempre han existido. También los codiciosos, que con su aparente viveza son los primeros en caer en la trampa.
Es diciente el estado de desesperación de nuestra gente que frente a la crisis, a la pobreza, se arriesga a perderlo todo. El Estado no puede castigar antes que se haya cometido un delito pero si debe impedir que continúe su ejecución. En este caso, iniciada con una oferta, a todas luces, fraudulenta. Eso es lo que ha faltado, vigilancia y control. Es de anotar que nuestro pueblo es continuamente estafado, ha veces de manera legal y descarada, por políticos con irrealizables promesas de paz y prosperidad, por empresas de servicios que incumplen sus contratos, etc. Sin embargo existe una Colombia inteligente, que sabe que el trabajo y el estudio son la base del progreso. Esa Colombia sensata es la que necesitamos que se despierte y que por siempre destierre la cultura del enriquecimiento fácil e ilícito.
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Publicado en EL HERALDO como columna de opinión:

lunes, 20 de octubre de 2008

La región Caribe y la Caribanía

Por Hugo González Montalvo.
En nuestra región geográfica del Caribe algunos sectores promueven la institucionalización jurídica de una región autónoma como la solución a los múltiples problemas que nos acosan. Valdría la pena que se analizaran algunos aspectos inherentes al tema, por ejemplo: ¿poseemos una definida nacionalidad cultural? Es decir, ¿nuestra colectividad está fuertemente cohesionada por la conciencia de poseer un pasado y una cultura común? ¿Hemos expresado masivamente la necesidad de poseer una nueva nacionalidad jurídica? En otras palabras, ¿la colectividad ha expresado la necesidad de luchar por su reconocimiento como nuevo sujeto de derecho por parte del Estado centralista unitario? ¿Aspiramos a poseer una nueva nacionalidad política? Precisando, ¿existe una sólida fuerza política regional capaz de exigir al Estado centralista que se nos reconozca la posibilidad de autogobernarnos? Otras preguntas: ¿La autonomía regional conduciría necesariamente a tener mayor democracia y lograr la disminución de la desigualdad o le facilitaría la perpetuación en el poder a las viejas elites aliadas con bandas emergentes en su dominio semifeudal? No haber resuelto los graves problemas regionales, por ejemplo: la prevención de las terribles inundaciones, ¿es una prueba de lo malvados que son los dirigentes centralistas o es una prueba de la desidia de nuestra dirigencia? ¿Por qué los dirigentes políticos regionales aceptan sumisos la centralización antidemocrática de los partidos nacionales? ¿Los dirigentes empresariales regionales no han expresado estar felices con el caudillismo centralista? Tenemos que asegurarnos, con cifras y hechos, que poseemos suficiencia financiera y eficiencia administrativa para constituirnos en región. En un mundo globalizado, creo que al tiempo que se busca mayor autonomía al interior del Estado debemos buscar en Caribanía —comunidad supraestatal con una originaria identidad cultural caribeña— las posibilidades de nuestra prosperidad económica y social. La Caribanía colombiana tiene la palabra.


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