lunes, 15 de junio de 2009

Las ‘chuzadas’ y la ciudadanía sumisa

Por: Hugo González Montalvo
A lo acontecido le es conveniente un análisis. En las sociedades que procuran la prosperidad colectiva, es corriente que se aumenten las oportunidades de participación democrática. Todo con el propósito de favorecer la actitud dialogante como principio de legitimación de las normas para la convivencia justa.
Es importante recordar los diferentes sectores de la sociedad que deberían participar de las decisiones que afectan la vida de la ciudad: el político, el económico y el social.En nuestra ciudad, el sector político, a quien le corresponde conseguir que los derechos se conviertan en realidad y alcanzar la justicia social, se ha dedicado a obtener votos para continuar usufructuando el poder en provecho propio.
El sector económico solo piensa en cómo aumentar sus ganancias olvidándose de su responsabilidad social, de devolverle a la ciudad lo que esta generosamente le ha ofrecido para la bonanza de sus negocios.Este sector se atribuyó la representación de la totalidad de la sociedad civil, excluyendo de manera hábil al resto de la comunidad; logró que se confundieran, y hacer sinónimos, los conceptos gremios económicos y sociedad civil.
Y por último, el sector social, los ciudadanos organizados en asociaciones civiles y profesionales. Que no ha tenido una presencia determinante, ha sucumbido en la sumisión a los otros dos sectores, el económico y el político.
Los ciudadanos, porque han sido reprimidos o están desanimados, no se involucran en la vida pública. No asumen tareas indispensables en una democracia como son la denuncia y la protesta.
No exigen la actuación justa del Estado y poco se protegen de la voracidad del mercado. Hay poco sentimiento de pertenencia, no hay lealtad a la comunidad. Es decir, estamos en presencia de una ciudadanía con pocas virtudes cívicas. ¿Por qué esta situación?
Algunas explicaciones serían: la ciudad no ofrece bienes ni posibilidades de conseguirlos, a todos; lo que genera permanentes conflictos de intereses encontrados.
La moral pública está resquebrajada por la presencia del narcotráfico, la guerrilla, el paramilitarismo y la corrupción; lo que se traduce en la proliferación de una cultura chabacana e insolidaria. Se admira al capo, que con ostentación de maldad, domina a los otros.En estas circunstancias, ‘el vivo’, aquel que no obedece nada, que aprovecha todas las situaciones para beneficio propio, es el rey.
Este tipo de personaje es común en la ciudad, su táctica de defensa es ‘el perrateo’; es decir, el saboteo al debate civilizado, huye de la argumentación racional y de la exigencia de un comportamiento ético.
En medio de esta crisis, debemos reaccionar con optimismo. Es el momento de recobrar el amor propio. Es la ocasión para que las asociaciones de arquitectos, ingenieros, economistas, juristas, médicos, amas de casa, artistas, periodistas, vecinos, trabajadores, etc. empiecen a participar con mayor protagonismo público en la vida de la ciudad.
Recordemos que ser ético no es más que, ante los hechos, reflexionar; recurrir a los valores, escoger lo más conveniente y actuar para procurar el mayor bienestar personal y social.Amable lector: ¿ha pensado de qué manera puede usted participar en la recuperación de la confianza en la ciudad?

Publicado en EL HERALDO:


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