
Luego del fallo del juez que inhabilitó a Carnaval S.A. para seguir organizando las fiestas, los barranquilleros tenemos en estos momentos una magnífica oportunidad para pensar y decidir qué hacer con nuestro principal patrimonio cultural.El señor Alcalde debe estar atento para determinar cuál es la mejor opción entre las muchas que seguramente se expondrán. Como ciudadano participo en la reflexión aportando algunas opiniones al respecto.
En el año 86, llego a Venecia, en pleno carnaval. Me acerco a la inmensa Plaza de San Marcos, con curiosidad noto que a ninguno se le cobra por ingresar.Ya en el majestuoso espacio, lo recorro sin restricciones. Veo que los presentes, con máscaras y disfraces, interactúan libre y espontáneamente.Todos somos, a la vez, espectadores y espectáculo. Se comparte una atmósfera de misteriosa y elegante complicidad con el otro.
Después, transito las callejuelas adyacentes, atravieso los puentes y encuentro por doquier músicos, bailarines, acróbatas y teatro.
En esos espacios para el esparcimiento colectivo nunca fue necesaria la presencia ostensible de ningún policía. Conservo de esos días el recuerdo de haber vivido en un ambiente de permisión y respeto al goce.


En el tren de retorno a Florencia, la sede de mis estudios de cinematografía, me resonaba aún la antigua frase en latín con que alardeaba Loredanna, una amiga italiana: “Semel in anno licet insanire”, que traduce “Una vez al año es lícito enloquecer”.Después, en las cátedras de comunicación visual, teoría del espectáculo, semiología de la cultura y las conferencias del semiólogo Umberto Eco con mis compañeros de estudio tuvimos la oportunidad de debatir los conceptos de carnavalización en la sociedad contemporánea y sus implicaciones con la postmodernidad.




En resumen, es conveniente que la Alcaldía Distrital, como autoridad democrática, conserve la prerrogativa de coordinar la realización de los festejos pero, por un lado, debe ceder a las diversas asociaciones cívicas y populares la organización autónoma de las mismas. Y por el otro, estimular a los empresarios del entretenimiento y del turismo para que realicen sus propios negocios ofreciendo, por ejemplo, desfiles de carnaval en escenarios privados. De esa manera los intereses públicos y privados estarían separados.Las organizaciones sin ánimo de lucro de carnavaleros que promuevan la cultura popular podrán recibir aportes estatales para destinarlos a la diversión espontánea en los barrios.Los empresarios que arriesguen sus capitales privados, por su parte, podrán obtener lícitas ganancias de sus negocios de carnaval sin que para ello usufructúen para su propio beneficio bienes públicos sin contraprestación alguna. Todos ganan, nadie pierde. La ciudadanía y el señor alcalde, tienen la palabra.
Publicado en el diario EL HERALDO
3 comentarios:
DE: Massiel Andreas Laguado taffur massiellag@hotmail.com
Aprecio tu escrito Hugo y veo en ti las buenas intenciones, pero..aquí viene el pero...
Si así como detienen al pueblo tras sogas para ver un espectáculo, sean estas personas
nativas, foráneas, vivientes, turistas o no siempre tratarán de todas formas meterse a
la brava dentro de dichos espectáculos.
Te imaginas tu como sería el desastre si todo el pueblo participara de las fiestas, desfiles, carrozas, cumbiambas y todo lo referente al Carnaval?
Sabes lo que ocurre en la noche de Guacherna? pues robos, atracos, asaltos, violaciones
desvalijada de autos y casas y toda suerte de ultrajes a las gentes de quieren ver dicho
espectáculo.
Ahora bien el Carnaval es de todos, pero te imaginas un Carnaval sin policía en una ciudad en que todo en materia de seguridad esta por hacer?
Una ciudad en donde hay mas indigentes que en cualquier parte? una ciudad que atrae a
toda suerte de villanos y atracadores para hacer de las suyas durante las fiestas?..chico
esto no es Venecia ni Europa en donde nos llevan mas siglos de cultura en ese aspecto y
para colmo queremos dejar nuevamente la Administración del Carnaval a los políticos
mejor dicho:
El retroceso y veremos nuevamente las cuotas burocráticas como por ejemplo un cúmulo de gentes "trabajando" para el carnaval eje: 26 celadores, 48 directores de escena, amen de la tropilla de "comisiones" de expertos en la materia, comisiones investigadoras y mil puestos burocráticos desangrando al Erario como en antaño.
Si ya el Carnaval fue elevado a la Categoría de Internacional y puesto como estandarte
Oral e Inmaterial de la humanidad no fue precisamente por los políticos de la ciudad:
De ocurrir ese cambio entonces: "Bienvenidos al festín Burocrático."
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Amigo MASSIEL.
Usted tiene razón, en nuestro medio la situación social es totalmente diferente. Yo sólo presenté el evidente el contraste cultural entre los dos carnavales, la conclusión les correspondía a los respetables lectores.
Un abrazo y gracias por su comentario.
Hugo
DE: Bacilon
Esa distincion entre fiesta popular y espectaculo la hemos venido presentando un grupo de CARNAVALNEROS desde diferentes espacios. Pero siempre nos hemos encontrado con la arrogancia de unos empresarios que por arte y gracia de Don Dinero se apoderaron de la "organizacion" del bien comun. Debemos pensar en una "empresa" que no solo tenga representantes gubernamenale y empresariales, sino tambien representantes academicos que podrian provenir de las universidades locales, representantes de las danzas, representantes de los musicos, representantes de artistas plasticos, en fin representantes de toda la comunidad. Y definitivamente hay que pensar que el Carnaval se riegue por toda la ciudad, podriamos comenzar por seleccionar 10 centros principales de Carnaval por toda la ciudad con presentacion de grupos musicales, danzas, comparsar, disfraces y estimular la participacion de la poblacion para acabar con la relacion espectador-actor.
El carnaval de barranquilla, en una sociedad globalizada, es un nicho de capital cultural,donde se ve dominado por el eje economico,donde trastoca y resignifica un espacio social, este ultimo tornandose restrinjido para el comun del ciudadano, las relaciones sociales son netamente capitalistas: paga o paga.
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