Los nostálgicos caribanos de la diáspora cuando se reúnen reviven los rasgos esenciales de la cultura ancestral; los valores, la estética, la espiritualidad, las emociones, el sentido de apreciación de la naturaleza, la convivencia festiva, la música. Bailan salsa, juegan dominó, conversan sobre béisbol o evocan las placidas siestas en la lejana playa tropical escuchando en la hamaca a Bob Marley y Hector La Voe. Caribanía, entonces, se encuentra viva, actuante, donde quiera que se halle un individuo o una comunidad autoconstruyéndose en el espíritu extrovertido y expansivo de la cultura del Caribe.

Los caribanos y caribanas se declararán planetarios en la medida en que reconozcan que su destino está ligado al de la humanidad entera. Hacemos parte de la multitud planetaria multicultural que lucha por contrarrestar la destrucción de nuestro hábitat natural. La Caribanía con mentalidad planetaria busca integrase, sin desaparecer, en la diversidad cultural contemporánea. Aparece como el espíritu alegre y creativo, que hermanando a los caribanos, despierta simpatía a su alrededor. Se expresa masivamente y con éxito en la industria del disco, del video, del cine, en el arte y la literatura. La cultura caribana es la sal y la pimienta que entusiasma los espíritus de todos que entran en contacto con ella.

Recordamos que ese legado caribano, acumulado cultural mestizo, se formó con los aportes sucesivos de los arawaks (llamados siboneyes), de los Taínos, de los osados Caribes, de los españoles, de los ingleses, de los franceses, de los holandeses, de los africanos, de los estadounidenses. Todos llegaron e intervinieron con sus conquistas violentas, su letra, su espada, su guitarra, su piratería, sus plantaciones de caña de azúcar, sus religiones, sus instituciones coloniales, sus tambores, su comercio y sus invasiones.

Los colonos europeos veían a la región Caribe como un lugar poco agradable, el calor y humedad les parecían insoportables. Había que enriquecerse y regresar lo más pronto posible a la metrópoli. Por eso teatros y cabarets se propagaban más que colegios o periódicos. Que ironía, hoy, por el contrario, en el primer mundo el Caribe es promocionado como un lugar paradisíaco, óptimo para vacacionar; sus playas, su mayor encanto.

Los caribanos sabemos que la mayoría de la población de la región no disfruta de ese supuesto paraíso. Conocemos de la complejidad de la vida social, económica y política de la región. Lidiamos con la fuerza recurrente e incontrolable de los huracanes, con la escasa tradición democrática de las naciones, con las economías siempre en límite de la supervivencia, con el hambre, el racismo, la violencia, el machismo, la exclusión social, las rutas del narcotráfico, con bloqueos, etc.

Es el lado negativo de Caribanía, que es resistido por la población que trabaja y estudia con optimismo para superar las dificultades. Ciudades como Barranquilla, Cartagena, Santa Marta, Ciudad de Panamá, La Habana, Santiago de Cuba, San Juan de Puerto Rico, Maracaibo, Caracas, Santo Domingo, Puerto Príncipe, Salvador de Bahía, poseen un existencial horizonte de expectativas muy similar, lo que nos hace recordar la vigencia del parentesco cultural caribano.

Hacemos un llamado a los políticos, los estadistas y empresarios honestos para que se interesen por reconocer la existencia de Caribanía, como una comunidad internacional con un creciente mercado, con gran capacidad de demanda de productos, con características étnicas - alimentos, artesanías, obras artísticas culturales y artículos industriales- que pueden ser abastecidos desde la región. Caribanía como colectividad cultural supranacional es también un factor de cohesión política que nos permitirá alcanzar acuerdos entre Estados de la región con diferentes regímenes e ideologías y así negociar unidos frente otras comunidades de naciones con fuertes vínculos étnicos (europea, musulmana, asiática, etc.).

Para muchos, que vivimos con plenitud la fiesta del ahora, Caribanía Planetaria es el Caribe que llevamos en el corazón.
Publicado en el diario EL HERALDO de Barranquilla, Colombia.
Columna de opinión. Página editorial
Martes, 20 de noviembre de 2007.