sábado, 2 de agosto de 2008

Ejercer la ciudadanía planetaria

Establecer relaciones con los demás seres humanos del planeta en plano de igualdad es muy difícil, lo sabemos. Tenemos identidades múltiples. Somos simultáneamente: un conjunto organizado de átomos, unas moléculas interactivas, unos seres vivos, unas colonias estructuradas de células, unos pensamiento, unas emociones, unos cerebros, unos cuerpos, unos seres humanos, vecinos de un barrio de cualquier ciudad; podemos ser religiosos practicantes, miembros de un partido político, nacionales de algún país, planetarios y, si se quiere ir al extremo, pertenecientes a la vía Láctea.
Muchas identidades han sido identidades asesinas a través de la historia. Han propiciado genocidios, masacres, despojos, guerras; alimentan odios. Es importante convencernos que sólo el respeto y el reconocimiento de lo común biológico cultural de las distintas poblaciones humanas nos abrirán camino hacia una nueva forma democrática de habitar el planeta: la ciudadanía planetaria.
Ante la ineficacia de la ONU, por fortuna existen opciones optimistas como el pensar en el establecimiento de un gobierno mundial en una democracia planetaria. La cultura mundializada de hoy promueve, a través de la Internet, identidades internacionales que facilitan la conformación de una opinión pública cada vez mejor informada de los asuntos políticos y ecológicos trascendentales. Se está, poco a poco, estructurando una red de personas que integran una multitud con una mentalidad que desafía a las tradicionales identidades parroquiales y racistas. En estos momentos, por la mayor conciencia del destino común, se empieza a pensar en ejercer una ciudadanía planetaria en la que nos identifiquemos principalmente por nuestra condición de seres humanos

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