Bajo la cóncava techumbre
de la noche amiga
que rememoran los abuelos…,
círculos concéntricos de ceras encendidas
van girando alrededor
de los músicos creadores de la cumbia.
Entre sombras densas…
Percuten los tambores.
El trueno gordo
que difunde el bombo retumba…
estremeciendo las penumbras...
El sonoro guache sin cesar sisea,
sin cansarse los dos brazos
que tenaces lo menean…
Que de vez en vez….,
sacuden asaz…,
chubasco repentino remedando.
Flautas plañen
con dulcedumbre de miel de abejas,
arrullando corazones
en la noche del poblado.
En la cumbiamba ruda
brota dinámico ritmo.
Los hombres, danzando airosos…,
con la ayuda del sombrero
hacen cortejos rituales.
Las hembras, de amplias polleras,
se desplazan solemnes…, y a ratos,
haciendo giros imprevistos,
con las velas que llevan encendidas
alumbran las caras pomposas
de los cumbiamberos.
En ese ruedo hirviente…,
con reclamo de tambores
y habladuría de flautas,
sombras chinescas que ondulan
lanzan gritos ancestrales.
Resonantes golpes de tambora
recorren los espacios…,
desgarran los silencios.
Y llevando la cumbia
a nuevos horizontes
la han vuelto planetaria…
Bajo esa cóncava techumbre
la noche se desdibuja,
ya se ve la madrugada…
Y se oye aún de las flautas
la quejumbre…
Se escuchan
de un tambor las carcajadas.
Hugo Emilio González Santiago
Barranquilla, Colombia.
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