viernes, 1 de agosto de 2008

Cine para pensar la política

Película: laRosa Blanca, la vida de Sophie Scholl.


Por Hugo González Montalvo

Si vemos una película que confirme en su desarrollo temático nuestras creencias, nuestra concepción del mundo, es usual que la acojamos sin ningún reproche. Si no cuestionamos el paisaje cultural que nos presenta como fondo y lo asumimos como la normalidad, estamos realizando una lectura de aceptación plena. En cambio, si no compartimos para nada los conceptos que nos proporciona, haríamos una lectura de resistencia o de oposición. Existe otra posibilidad: estar atentos a los conceptos subyacentes que nos ofrece. Develando la disposición implícita de los mensajes. Rechazando o aceptando algunas ideas camufladas. En este caso, realizaríamos una lectura negociada de la película.
El cine como industria del espectáculo contribuye a la formación del imaginario de las grandes masas de consumidores del entretenimiento fácil. Participa de la construcción de la identidad política mediante el reforzamiento de algunas ideas que permanecen en la memoria colectiva; que a fuerza de repetirlas, se naturalizan. La mayoría de los productores, por costumbre o por estrategia, simulan que sus películas son apolíticas. Operan de manera eficiente los niveles de organización de los mensajes para que las ideas políticas ‘correctas’ aparezcan consensuadas. Existe una tendencia a la despolitización. En muchas producciones no aparecen los grandes conflictos sociales, solo conflictos existenciales de individuos extraños o traumatizados. En comedias que se desarrollan en ambientes de mucha riqueza, obvio, los conflictos por falta de igualdad no existen.
Aceptando que toda obra cinematográfica posee diversos niveles de significación, hagamos el ejercicio de verificar si las temáticas que tratan ciertas películas internacionales nos enriquecen al momento de reflexionar sobre algunos asuntos trascendentales. Procedamos:

Corporación:Confirmamos que las transnacionales, cuando de realizar negocios se trata, son totalmente inescrupulosas. Nos damos cuenta cómo nos imponen su ideología, como sustrato de su acción egoísta, en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva.
Banderas de nuestros padres: conocemos cómo se manipula a los soldados héroes para que sirvan de pro-paganda de la maquinaria de guerra.
Apocalypto: ratificamos lo irracional que pueden ser las creencias religiosas y su capacidad de persuadir para que nos conformemos con ser subordinados.
Diamantes de sangre: corroboramos que la explotación de los recursos naturales por bandas de asesinos es frecuente en los países subdesarrollados.
El Laberinto del Fauno: se ratifica lo cruel que pueden ser los detentadores de un poder político militar sin control alguno.
El Paraíso ahora:¿Hasta qué punto un ser humano puede sacrificarse por unas ideas o un pueblo?
El Último Día: las razones étnicas, las identidades radicales y excluyentes como obstáculos para la paz entre los hombres.
La Reina:
Lo absurdo y anacrónico que se ve a la distancia la sumisión del poder civil a una monarquía.
Kirikou y la Hechicera: cómo los mitos y las leyendas sirven al poder para controlar las mentes de todo un pueblo.
Las tortugas pueden volar: la guerra como destructora de la esperanza y la inocencia de los niños.
Noche de paz:Un hecho histórico nos recuerda que las artes y el diálogo nos concilian, que nos alejan de la guerra.
Los edukadores: parte de la juventud contemporánea mantiene una visión crítica de la sociedad de consumo.
Kekexili:Todavía existen personas que le dan valor a la fauna silvestre y son capaces de grandes sacrificios con tal de salvarla.
Cartas desde Iwo Jima: un humilde ser humano se cuestiona sobre por qué obedecer las órdenes de un emperador, gobernante despótico que lo aleja de su familia y le pide que se sacrifique por él.
Pequeña Miss Sunshine: los reinados de belleza condicionan la vida de muchas niñas que ven ellos su único camino de desa-rrollo personal.
Una verdad incómoda:

Las políticas nefastas de los gobiernos y la voracidad de las grandes transnacionales están llevando a la destrucción del planeta mediante el calentamiento global.
Amén:La responsabilidad de las autoridades religiosas es mayor en circunstancias de conflicto bélico. Se espera que sean las principales defensoras de los derechos humanos y las que denuncien y rechacen a los criminales que provocan genocidios aterradores. Por eso, no debieron ceder a las fuerzas del mal encarnadas en Hitler.
Marie Antoinette:Esta película nos recuerda la historia de una clase social que se prodigó en el lujo y pensó únicamente en divertirse y cómo, insensible a las necesidades de un pueblo hambriento, sufrió las consecuencias de su insensatez.
La Rosa Blanca: la historia real de Sophie Scholl, una joven alemana que con la fuerza de su conciencia, su sentido humanitario y su ética desafió a la moral de una sociedad miedosa y enceguecida por la ilusión de las promesas del poder nazi. Con firme convicción y dignidad afrontó la condena a muerte.
La vida de los otros:
El poder político con frecuencia pretende vigilar la vida de las personas inmiscuyéndose en aspectos reservados a su ámbito íntimo. Además cree que puede ser capaz de someter a la imaginación creativa de los artistas. Afortunadamente surgen funcionarios con alto sentido de responsabilidad que se resisten a cumplir esas funestas actuaciones y aunque sufran humillaciones prefieren quedar con su conciencia tranquila.
En fin, son innumerables las películas internacionales que relacionaríamos con nuestros comportamientos éticos, nuestra realidad social, económica y política.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De acuerdo con usted, el cine, como todas las artes, jamás pondría ser apolíticas. Toda obra tiene sus connotaciones políticas. El establecimiento se invento que cuando se le critica entonces la obra es un panfleto. Una falacia.

Anónimo dijo...

El cine no sólo entretiene sino que educa políticamente.

Anónimo dijo...

Ser politico necesariamente implica ser moral: señalar las cosas de bueno, o malo... Y yo no se que tan bueno sea que el arte en general, y el cine como arte masivo en particular, se plantee la obligación de construir moral...

Me estoy haciendo vieja, y cada vez me queda más difícil ver el mundo en blanco y negro. Soy artista, y desde aquí defiendo mi necesidad de no tener seguidores. Bastante tengo con el manejo de la técnica, y con desnudar mi pensamiento cada vez que creo algo, como para que además me quepa una responsabilidad política.

Pero por otro lado, no puedo negar que cada vez que el ser humano se expresa, es político. ¿Si me entienden? Lo paradójico del arte es que es poítico a pesar de sí mismo.

Obeida Benavides
obeidabenavides@gmail.com