domingo, 14 de enero de 2007

Un análisis sociocultural de Barranquilla. Lo común en la diversidad de la ciudad.

http://www.elheraldo.com.co/hoy070113/editorial/noti4.htmAl mirar una fotografía satelital de la ciudad de Barranquilla es notorio lo que tenemos en común, el río y el vecino mar.

Si nos vemos más de cerca, como individuos, las diferencias son evidentes. Y si observamos los diversos grupos en que se divide la sociedad salen a relucir las profundas diferencias de intereses que los distinguen.

Son varias ciudades en una. Existe una ciudad sumida en la miseria, ciudad premoderna, con la arquitectura de una aldea indigente. Por ella deambulan ciudadanos sin domicilio fijo. Como sobrevivir el día es el único propósito pensable de sus habitantes.

Existe también una ciudad con deseos de alcanzar por fin la modernidad. Sumergida en la nostalgia. En ella vive una multitud de personas de distintos ingresos. Sus vidas transcurren enredadas en las minucias de su entorno laboral. Algunos poseen un pequeño e improvisado negocio. Una ciudad que se paraliza a contemplar el espectáculo de sus arroyos. Con una arquitectura caótica. Un representante de su eclecticismo estético: el parque de ‘Los Fundadores’. Allí, en cualquier lugar, aparece un símbolo distinto de las diversas ciudades.

Existe una ciudad portuaria, incansable y con perspectivas. Una ciudad industrial, con sus obreros creando riqueza. Una ciudad que ofrece servicios educativos universitarios a la región

Existe una ciudad de vida privada, una ciudad de consumo suntuario. Una ciudad con privilegios, con una minoría que goza de la tecnología de la postmodernidad. Una ciudad con comodidades, esa sí “el mejor vividero del mundo”. Ciudadanos que viven de la renta. Que también tienen domicilio en el exterior. Una ciudad donde los empresarios se concentran en proteger sus intereses. Una ciudad de centros comerciales que atrapan al ciudadano en el consumo. Existe una ciudad con aroma de flores y una con los olores fétidos del caño. Una ciudad de contrastes fuertes.

Existe una ciudad de burócratas. De politiqueros. De desempleados. De sindicalistas, profesores y estudiantes amenazados. Existe una ciudad de seguidores del Junior, que hablan todo el día de lo mismo. Una ciudad de favoritos de la luna. De rebeldes sin causa. Una ciudad sin techos de estrellas. Una ciudad que ritualiza el viernes con su rutina etílica. Una ciudad de risa. Una ciudad de chabacanes que exhiben su ‘corronchería’ musical a todo volumen. Una ciudad de farsantes. De ‘traquetos’. De sicarios. Una ciudad en permanente carnaval.

Existe una de Barranquilla solidaria. Una Barranquilla respetuosa, trabajadora, una Barranquilla sinceramente cristiana. Existe una ciudad de librerías, de bibliotecas, de profesionales serios y responsables. De creadores musicales. Una ciudad de jóvenes estudiosos. De empresarios preocupados por su ciudad. De amas de casa que piensan en el futuro de sus hijos. Una ciudad que labora y sabe divertirse, a pesar de todo.

Sería interminable la lista de las diversas ciudades que conviven forzadamente. Encontrar lo común social y trabajar por una misma meta colectiva es lo difícil. Pero es lo que puede asegurar el progreso a todos. Las instituciones políticas hoy en día se han desarrollado de tal manera que permiten a las sociedades encontrar y definir lo común. Lo óptimo es que los ciudadanos trabajen en colaboración para alcanzar la mejor vida en común.

Se sabe de antemano las necesidades de gran parte de la población: nutrición, educación, salud, empleo, infraestructura urbana, servicios públicos, red vial, seguridad. Por lo tanto, la discusión debería girar en torno a cómo y con qué recursos lograr superar el atraso y encaminarnos hacia un desarrollo social y económico seguro. La solución sin embargo no está desligada de las políticas regionales y nacionales. Tampoco distanciada de la red de comercio mundial.

Las autoridades democráticas son aquellas que actúan defendiendo los intereses comunes. El verdadero reto es cómo superar el lastre de elegir a personas, que enmascaradas de redentores, solo buscan defender intereses particulares y enriquecerse individualmente. “El diablo nunca se dejar ver llegar”. El debate electoral es un escenario donde prima, por nefasta costumbre, la retórica del discurso demagógico, se dice lo que se espera escuchar. Así es fácil embaucar. Solo basta aprenderse el discurso. Y si no es suficiente, se ofrece la prebenda al necesitado corrupto. En este año se escogen a las autoridades locales, encontrar a personas que interpreten los intereses comunes es quizás la gran responsabilidad ciudadana del 2007. Ojalá que los colombianos estemos bien atentos a la hora de elegir.
Hugo Rafael González Montalvo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Viejo Hugo, mi ciudad es igual o peor que Barranquilla. Como todas las ciudades del mundo, cosas malas y cosas buenas. Por lo menos ustedes tienen su Carnaval.
Saludos desde Cali que está llena de Feria, salseros , bacanes y bacanissimas!!