miércoles, 31 de enero de 2007

Vecinos y relaciones internacionales de Colombia

Que los vínculos entre países no son exclusivamente relaciones entre gobiernos sino que deberían ser relaciones entre los pueblos es un deseo que pocas veces se cumple.
En el caso actual de Colombia es muy diciente la situación de roces con nuestro vecindario. Por la experiencia adquirida en la historia reciente, el gobierno colombiano debería darle prioridad a las relaciones económicas, culturales y de cooperación entre las poblaciones fronterizas. Aunque a veces suene desalmada la expresión, pero el gobierno debe ser pragmático, hacer caso omiso de la ideología. El intercambio comercial de productos y servicios beneficia a la población necesitada que poco le importa la procedencia del producto barato o el destino de la exportación.
Los afectos y la cultura común son factores a considerar al pensar en deteriorar los vínculos diplomáticos. Gústenos o no el presidente Chávez, igual seguiremos de vecinos y comerciando. En el caso de Ecuador hay un ingrediente humano a considerar, miles de compatriotas desplazados por la violencia están refugiados en el vecino país. Ese solo hecho nos debería encaminar a una mayor colaboración humanitaria, a ofrecer al hermano país soluciones al problema.
En las relaciones internacionales, por obligación constitucional, el gobierno debería considerar en primer lugar las conveniencias del país. Como estamos comprometidos en la lucha contra el narcotráfico internacional, hemos puesto en peligro las buenas relaciones con Ecuador. Sería importantísimo para el bienestar del país que lleváramos a consulta popular, luego de un debate serio, científico, académico, jurídico y económico, una propuesta de legalización controlada del comercio de las drogas adictivas. Resulta ofensivo para la inteligencia, por ser de simple sentido común, continuar con la prohibición ya que esta genera mayor ganancia a los narcotraficantes. El precio que hemos tenido que pagar en vidas humanas, en recursos naturales, en el deterioro de la moral pública y en dineros del Estado es muy grande e injustificado. Si los países consumidores no está colaborando con reprimir seriamente a sus comerciantes de drogas ¿por qué nosotros tenemos que llevar la cruz del desprestigio internacional y además con los muertos de la lucha contra los criminales? Lo triste es que a larga, con los años, la droga será legalizada, controlada médicamente en su consumo y jurídicamente en su producción, y el dolor nuestro va ser considerado como un sacrificio inútil. Para fortuna de los colombianos, la opinión mundial cada vez comprende mejor que el problema es de salud pública y no de orden publico.
Los ciudadanos sabemos que son temas polémicos, que hay muchos intereses en juego, que son variados los puntos de vista, que hay opiniones basadas en conceptos religiosos y morales. Que prolifera la confusión en el momento del análisis. Pero aunque sea difícil el asunto, es necesario adquirir madurez política asumiendo los debates públicos que tengamos que realizar. La voz la tienen principalmente aquellos que sufren los efectos perversos de la incomprensión intelectual de un fenómeno que tiene imprevisibles consecuencias planetarias.

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